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ESPECIALES

Un lobo feroz en la Casa Blanca

¿A dónde vamos mundo?

En la próxima parada, un neonazi se baja.

Si menciono al tal Trump, es casi seguro que más de medio planeta le conozca y no por ético o pacifista precisamente.

No me extrañaría si en los próximos meses aparece en su pálida casa con un Nobel de la Paz, haciendo que la historia se repita cual profecía imperialista. Algo así como un manual trillado de ¿cómo hacer un show democrático de unas elecciones y volverse tendencia en redes «sociales»?

Cuenta la leyenda, que su antecesor le dejó la varilla caída y en llamas, cuando en lugar de hacerse popular por cosas positivas (que sería lo lógico dado el caso), fue más viral por auspiciar uno de los genocidios más terribles de la historia, dormirse en importantes eventos presidenciales donde se definía el curso de la humanidad, caerse múltiples veces en público, saludar a amigos imaginarios propios de un estado senil y dejar a California incendiada dada su parsimonia ante la gravedad de los hechos acontecidos y por esperar cuatro años para sacar a #Cuba de un basurero creado por ellos mismos donde nunca debió estar.

¡Derroche de sensatez la del tío Joe! Y que conste, estoy siendo irónica en este punto.

Como contraste, llega en una segunda temporada (que según se dice, nunca fueron buenas) un Donald Trump con contenidos reprimidos.

Los estrepitosos sucesos que tuvieron lugar en el Capitolio bajaron el telón de la primera función de una obra que en sí misma, dejó mucho que desear en todos los órdenes y en cuya repartición de papeles, ‘al resto de la humanidad’ siempre le tocaron los secundarios.

En sus primeras 24 horas el showman puso de cabeza a los Estados Unidos dejando en gran parte de sus electores una boca abierta dibujada en el rostro. Como reza el conocido proverbio, es el clásico payaso que al mudarse al palacio, lo convierte en un circo y así ha sido su asunción al trono, a pesar de que sólo suma horas.

Un circo mediático que sobresatura las plataformas digitales, los medios de comunicación y la conciencia de los ciudadanos en un flagrante bombardeo de contenidos, por mucho carentes de lógica y falta de apego a la realidad.

Pero, ¿a quién le importa la verdad si la promesa es el sueño americano? O mejor dicho, la pesadilla.

Una arrogancia expresada hasta en su rúbrica hacen del señor Donald un ser autoritario con una personalidad retorcida, donde el aspecto afectivo es desterrado de su modelo argumental para darle paso a emociones de valencia negativa y la ira le abre paso a la discriminación y la mentira.

Muchas han sido las personalidades que a nivel global han alzado su voz en contra de esta fiera amarilla y no necesariamente se trata de defender una postura opuesta radicalmente a la ultraderecha para darse cuenta (con una pizca de sentido común), que este sujeto es un peligro potencial para el planeta. El cambio climático, la cultura de los pueblos, las guerras, las afectaciones a la economía y el nuevo orden mundial sólo le preocuparán si le monetizan, de lo contrario, sólo será un tema más en una apretada agenda política.

La reinclusión de #Cuba en una absurda lista de estados patrocinadores del terrorismo se convierten en una herramienta oscura de su gabinete perverso, ‘rubio’ y fascista, que da al traste con la verdad para intentar afianzar líneas de mensaje que jamás se ajustarán a la brillante historia que ha escrito este pueblo y que como dijo Fidel, «está a favor de nosotros» (refiriéndose a los cubanos).

La enorme maquinaria de la manipulación que utiliza Trump necesita de hombres y mujeres capaces de unirse en una lucha revolucionaria para mover opinión y comportamientos. La intención principal será siempre enfrentar de forma enérgica la minusvalía mental de los que sin hacer juicios críticos son meros reproductores de los ataques de un presidente feroz que nació para la tragicomedia y dar muy malas clases de geografía frente a millones de espectadores.

Colonizar, saquear y expandirse, viene siendo el principio de un estado representado por un tipo inhumano y egocéntrico, que entre construir muros, modificar la historia y tensar aún más la situación económica y social a nivel global, terminará subastando la Estatua de la Libertad en nombre de la democracia.

-Hey, Trump… ¡vete para Marte! – El resto del mundo lo grita.

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