Ya se sabe que los apagones son molestos para todos, incluso para quienes comprendemos a plenitud las verdaderas causas que los provocan. Pero cuando escucho hablar a un trabajador eléctrico, en medio de sofocante calor de una caldera, reparando una avería, lleno de tizne y sudor, diciendo que él también y su familia sufren de esa contingencia, sinceramente, parte el alma y mortifica escuchar a un ciudadano común, no hablemos ya de un enemigo jurado de la Revolución que solo sabe odiar, lanzando blasfemias sobre el quehacer de esos abnegados y heroicos hombres y mujeres.
Esta percepción que hoy comparto con ustedes, la poseo desde que tengo uso de razón, porque mientras otras especialidades se pueden dar el lujo de no prestar servicios vitales, imprescindibles para la población, fuera del horario habitual de trabajo, estos excepcionales seres humanos no descansan, trabajan las 24 horas del día a lo largo y ancho del país.
Su aporte, es solo comparables con los trabajadores de la salud en la atención de los enfermos en Cuba y el mundo o los miembros de las FAR y el Minint, que aseguran la defensa de nuestra Patria por aire, mar y tierra, en enfrentamiento permanente de nuestros enemigos internos y externos, por solo citar tres ejemplos.
Los trabajadores eléctricos, sin lugar a dudas, constituyen ejemplo de abnegación y sacrificio. Merecen nuestros más sincero e íntimo reconocimiento.
