Traidores

No tienen otro nombre, son traidores. Y no estoy solo en este planteamiento, porque por primera vez en mucho tiempo coincido con millones de norteamericanos, especialmente los votantes latinos en Estados Unidos, en un aspecto político que nos quema el alma. Pobres de los engañados que alguna vez pensaron que María Elvira Salazar, Marco Rubio y esos otros senadores americanos —sí, americanos, porque aunque se les llame cubanoamericanos, para mí no pasan de ser descendientes de cubanos con una bandera que no sienten— tenían buenas intenciones. Nada bueno sale de ellos, y lo digo con el peso de quien ha leído a Martí y ha vibrado con la prosa de Guillén.

Para saber lo que es ser cubano hay que haber nacido en Cuba, haber caminado sus calles, haber sentido su lucha. Ellos no lo entienden, y por eso traicionan no a la tierra de sus ancestros —que les queda lejos—, sino a sus votantes, a esos que confiaron en ellos.

¿Qué compromiso tienen? El mismo que Bob Menéndez, el amigo íntimo de Rubio, ese corrupto que nos hizo tanto daño y terminó vendiéndose por dinero. Rubio y Salazar son de la misma estirpe: piden bloqueo, invasión, el fin de los viajes y las remesas a Cuba. ¿Por qué? Porque no tienen a nadie allá, porque hace años dejaron de sentir algo por ese país. Para ellos, Cuba es un negocio, un discurso para ganar votos y llenarse los bolsillos con las prebendas del presidente del imperio del norte, revuelto y brutal.

Mira las políticas que han apoyado, y dime si no tengo razón. Primero, el endurecimiento del bloqueo y las restricciones a las remesas: Rubio, con su mano dura, empujó sanciones que asfixian a las familias cubanas, mientras Salazar aplaudía el cese de los viajes y el envío de dinero, como si no supieran que hay gente que vive de eso. Claro, ellos no tienen abuelas ni primos esperando un dólar para comer; para ellos, es solo una jugada política. Segundo, la Ley Dignidad de Salazar y el respaldo de Rubio a las deportaciones masivas: ella vendió su proyecto como una esperanza para los indocumentados, pero luego se alineó con el plan de Trump de echar a millones, y Rubio, siempre fiel a la línea dura, apoyó separar familias en la frontera. ¿Dónde queda la dignidad que prometieron a los latinos que los votaron?

Ahora, cuando más se les necesitan, se esconden en el silencio. Han dejado tirados a los que creyeron en ellos, porque no les conviene perder el favor del poder. No merecen llamarse cubanos quienes mancillan así su raíz profunda. Son traidores a todo y a todos, y lo digo con la certeza de quien lleva a Cuba en el pecho: no hay perdón para quienes venden su legado y nuestra esperanza por un puñado de privilegios.

No hay peor cuña que la del mismo palo. Miserables buitres carroñeros sois, la historia les recordará por lo que son, corsarios, piratas y filibusteros.