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¿Por qué no quieren dejar llegar a Díaz-Canel al 78º periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas?

Sendas declaraciones de Bob Menéndez y Marcos Rubio, con apoyo de otros congresistas y senadores reconocidos por su posición beligerante contra Cuba, exigen —mediante descolocadas misivas dirigidas a Joe Biden— que Miguel Díaz-Canel no puede entrar a los Estados Unidos. Ambos están motivados por la posible participación del Presidente Cubano en el 78.º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a celebrarse en Nueva York.

Recordemos que en septiembre se presentará por 31 veces consecutivas la inconformidad de la Isla con el genocidio económico, comercial y financiero que promueve el gobierno norteamericano desde 1961, trayendo por 62 años infinidad de penurias al pueblo cubano, agravadas durante el periodo Trump.

Recordemos también que la presentación del informe será un acto legítimo y ocurrirá en los predios de la ONU. Es loable no olvidar que la nación sede de la organización tiene obligaciones universales de estricto cumplimiento y que estas se garantizan, en primera instancia, mediante el cumplimiento de obligaciones, tal y como exige el Capítulo I, Articulo 2: “Los Miembros de la Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inherentes a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con esta Carta”.

Por último, recordemos que la presentación de la resolución por parte de Cuba se ejecuta mediante un informe a la Asamblea que exige “la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero”. Sin más, constituye un instrumento legal que ha sido aprobado por mayoría abrumadora años tras año, pero —por aquello de la “democratización” de la organización— es vetado alevosamente ante el Consejo de Seguridad por los propios EE.UU. invalidando “legalmente” y de un plumazo el instrumento, la voluntad de la mayoría de las naciones, y la necesidad y reclamo del pueblo cubano.

Sin embargo, el acto se convierte en un redoblante de la dimensión moral de Cuba. Por tanto, la Asamblea es un escenario donde la dignidad imbatible se erige ante la irracionalidad.

¿Ahora bien, qué hay detrás de las exigencias de estos sórdidos personajes que exigen a Biden violar las normas reconocidas desde la fundación de la ONU?

Recordemos que ambos (Bob y Marcos) “manejan” a la luz pública el Comité de Relaciones Exteriores y el Comité de Inteligencia del Senado de EE.UU., instituciones que se constituyen en herramientas de la “democracia” norteamericana, surgidas en momentos de crisis profundas y escándalos políticos. Por ejemplo, el Comité de Relaciones Exteriores es responsable de supervisar y financiar los programas de ayuda exterior, así como de financiar la venta de armas y la capacitación de los aliados nacionales, designación surgida al calor de Watergate.

Como se puede apreciar no es el viejo Bob o el lozano Marquitos quienes exigen a Biden, sino dos de los aparatos mejor informados de la Unión, donde confluye la recogida de datos de la totalidad de las agencias de inteligencias del mundo y el resultado de análisis ajustados a sus intereses, incluyendo la visión hegemónica de las más “prestigiosas”, así como la información que fluye por las venas del servicio diplomático.

De tal modo, y ajustado a nuestro modesto modo de hacer evaluaciones —proveniente de información de las redes sociales—, quedan claros algunos elementos que ponen en estado de nervios a aquellos sujetos que tienen la “honrosa” misión de canalizar “la energía” del sistema imperialista más poderoso de la historia contemporánea.

Por orden:

En lo personal, Marcos y Bob, además del poder que acumulan en el sistema de gobierno (Congreso y Senado), son de los principales exponentes del lobby cubano, el más irracional sistema de influencia político-electorero de los EE.UU. capaz de sostener el conflicto con Cuba invariablemente por constituir moneda de cambio ante los perennes manejos y negociaciones bipartidistas, a la par que utilizan a su antojo la comunidad de emigrados.

En el orden institucional, atesoran información suficiente para entender que lejos de mellar el prestigio de Cuba mediante campañas que articulan y financian —y a pesar de quedar demostrado su inoperancia— la Isla preside con prestigio ganado el grupo de los 77 más China. Un reconocimiento internacional que desarticula la posibilidad de mantenerla en la lista de naciones patrocinadoras del terrorismo, principal motivo para invalidar “el deshielo” de las relaciones entre ambas naciones.

Como quiera que sea, ambos comités están entre la espada y la pared y con ello sus representantes. Tratar de impedir la entrada de Diaz-Canel a territorio norteamericano, independientemente de ser una violación a la Carta de las Naciones Unidas, es un indicador de miedo. Quedará demostrado ante la opinión pública doméstica que los millones de dólares —erogados del erario público— para hacer subversión contra Cuba una vez más se han perdido en la nada.

El argumento de la urgencia de liberar los “presos políticos” del 11J quedará también en descrédito ante el mundo, pues a la fecha en EE.UU. han sido encarcelados cerca de 1000 asaltantes al Capitolio por delitos políticos, cuyas condenas elevadas están acordes a las leyes norteamericanas.

Ni que decir de los delitos cometidos por el propio Trump cuando intentó asaltar la democracia.

Bob y Marcos andan a la desesperada, el impacto político de una mala gestión senatorial repercutirá en las próximas elecciones y ellos están conscientes que el eco saldrá de la gran sala de la Asamblea General de la ONU.

Para nada ocultan que son enemigos políticos de Joe Biden (a pesar que Menéndez es demócrata) y tratan de ponerlo en ridículo para tapar la falta propia, exigiéndole violar la Carta de la ONU.

Mientras tanto, sesiona la reunión de los 77+ China en Johannesburgo, Sudáfrica y cuenta con el liderazgo de Diaz-Canel en su condición de coordinador, por igual, Cuba participa en la XV Cumbre de los BRICS, centrada en la apertura del bloque de países emergentes; la incorporación de nuevos miembros en el gran mercado en tanto se precisa la valoración de las monedas locales frente al dólar; y la intención de extender la influencia política y económica del grupo a escala global.

En este contexto recién ha sentenciado con exactitud política y poniendo la mirada en el 78º periodo de la Asamblea:

“Somos 134 países, dos tercios de los miembros de la Organización de las Naciones Unidas, donde vive casi el 80% de la población del planeta, enfrentando los desafíos colosales de un mundo cada día más desigual, en el que se han multiplicado la exclusión y la pobreza después de dos años de pandemia, seguidos de dramáticos conflictos” ¿Quién contra Cuba? ¡Ellos —los senadores— lo saben!

Por lo pronto, Cuba estará representada en la Asamblea General de la ONU y con seguridad irá al centro del problema en su intervención: el fracaso de la política hegemónica de los EE.UU. en un mundo multipolar, que en primera instancia no se cree el cuento que la Isla patrocina el terrorismo.

En todo caso anda enfocada en la paz y la estabilidad global. Una vez más brillará la verdad y con ella Díaz-Canel.

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