El 25 de julio de 1900, un año y siete meses después de iniciada la ocupación de Estados Unidos en Cuba, ese Gobierno interventor consideró que ya estaban creadas las bases para el funcionamiento del nuevo Estado dependiente. Publica en la Gaceta Oficial la convocatoria a elecciones para conformar la Asamblea Constituyente encargada de redactar la Constitución por la que se regiría la nueva República. Resultó que la mayoría eran prestigiosas figuras del movimiento independentista.
Cuba, con dificultad, aún respiraba. Trece altos oficiales del Ejército Libertador, antiguos miembros del Gobierno de la República en Armas y del Partido Revolucionario Cubano conformaban la mayoría absoluta. Nombres como Salvador Cisneros Betancourt, Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily y Gonzalo de Quesada le daban especial calidad patriótica a la Asamblea. El 5 de noviembre se efectuó la sesión inaugural en el teatro Irijoa (hoy Martí). Cincuenta y seis días después estaban redactadas las bases de la Constitución, que se sometieron a discusión entre los asambleístas, a partir del 25 de enero de 1901. Los 115 artículos, divididos en 14 títulos, fueron firmados por los constitucionalistas, el 21 de febrero de 1901.
El texto respondía a las concepciones del pensamiento jurídico liberal de finales del siglo XIX, y a la herencia constitucional mambisa. Incluso, era más avanzado que el de otros países de referencia. Cuba dejaba de ser colonia dependiente de una metrópoli para constituirse en república soberana e independiente de democracia representativa estructurada en los tres poderes del estado liberal: ejecutivo, legislativo y judicial. Se declaraba como Estado laico, por lo que no asumía ninguna religión en particular y los ciudadanos podían libremente ejercer la de su preferencia. Con ello, se ponía fin al absolutismo de la Iglesia Católica dependiente del Real Patronato de los reyes españoles. La Iglesia cubana también era liberada de su atadura colonial. Se organizaba la sociedad civil y se estipulaban los derechos y deberes fundamentales del ciudadano, antiguo vasallo del rey. En aquellos tiempos de monarquías absolutas y religiones oficiales, era un paso de avance en la liberación de las conciencias. Era un triunfo del independentismo liberal radical. El Estado laico francés, uno de los primeros en Europa, surgió tres años después que el cubano.
La Constitución de 1901 establecía la enseñanza pública, gratuita, obligatoria y laica. Uno de los puntos de discrepancia con los interventores era el relativo al voto. En estados norteamericanos no tenían derecho a este ni los negros ni los analfabetos. Los constitucionalistas aprobaron el voto universal masculino que los incluía. ¿Cómo negarle el voto a gran parte de los hombres que lucharon por la libertad de Cuba? Según la Constitución, todos los hombres eran iguales ante la ley. No es este el espacio para un estudio detallado de la Constitución de 1901, pero es importante tener en cuenta, a la hora de los análisis, qué se logró y qué no se logró en el tránsito de colonia a neocolonia. Era una época en que el marxismo apenas conquistaba posiciones en las ciencias sociales y el leninismo no existía. Las generaciones formadas en el siglo XX entrarían de lleno en el estudio de la problemática social. Incluso tendrían acceso al pensamiento martiano cuyos principales documentos eran desconocidos por los hombres de 1902. La carta inconclusa a Manuel Mercado, que define la posición del Apóstol frente a Estados Unidos, no se conoció hasta 1910.
Fue entonces, Constitución en mano, que llegó el golpe definitivo a las aspiraciones cubanas: la Enmienda Platt. Los constituyentistas ignoraban lo que se tramaba en Washington. El 27 de febrero de 1901 el senador Orville H. Platt propone una enmienda a la ley del presupuesto norteamericano que contenía las exigencias que le serían impuestas a Cuba, entre ellas, la omisión de la Isla de Pinos del territorio cubano y la aprobación de todas las obligaciones contraídas con el Gobierno interventor. El 1ro. de marzo era aprobada la Enmienda por el Congreso de ee. uu.; al día siguiente la sancionaba el Presidente de la Unión. El Gobernador Militar invitó a los constitucionalistas a una cacería de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata. Allí les dio a conocer la posición de su Gobierno sobre el tema: Cuba no podrá concertar acuerdos con potencias extranjeras, sin el consentimiento de Estados Unidos; Cuba otorgaría a esta nación el derecho de intervención cuando lo considerase necesario, y el de adquirir tierras para establecer bases navales. La oposición a la imposición creció, pero sin plan ni liderazgo.
Los constitucionalistas, desorientados, intentaron varias maniobras. Todas fracasaron. La posición norteamericana era intransigente; no había nada que negociar. El Gobernador Militar fue más explícito: o aprueban la Enmienda o no nos vamos. Al final, los asambleístas estaban divididos, unos eran partidarios de aprobarla con tal de que los norteamericanos abandonaran el país; otros, de no ceder ante la imposición externa a la nación. El 12 de junio de 1901 se aprobó la Enmienda Platt, una enmienda a una ley del Congreso norteamericano, como apéndice a la Constitución cubana, por 11 votos en contra y 16 a favor. Esa fecha es trascendente para la historia de Cuba y no debe ser olvidada; luctuosa por la castración de una república durante un parto doloroso. Para los estudiosos de nuestra historia significa una nueva época. Habían desaparecido las viejas y obsoletas estructuras del colonialismo; en su lugar, había surgido un nuevo tipo de dominación, la del neocolonialismo. Cuba era la primera carta de presentación del neosistema imperial norteamericano. Lenin llamó a la Guerra hispano-americana la primera guerra imperialista. Como lo previó Martí, nacían por Cuba, las nuevas formas de dominación y la potencia que dominaría a toda Europa, y se extenderían por el mundo: «Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son solo dos islas las que vamos a libertar (…). Un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos». Esta fue la visión que estuvo ausente.
Como consecuencia de la aprobación de la Constitución se organizaron los partidos políticos electoralistas y se presentaron, como candidatos a la Presidencia de la República, Bartolomé Masó Márquez y Tomás Estrada Palma. Masó había sido el último presidente de la República en Armas; Estrada el último delegado del Partido Revolucionario Cubano. Masó era un abierto opositor al Apéndice Platt; Estrada un partidario del tutelaje norteamericano. Los dos eran hombres del 68. La balanza se inclinó hacia Estrada. Era conocido y tenía, en los papeles y en la imagen, la figura de independentista consecuente: levantado en armas en octubre del 68; presidente de la República en Armas durante la guerra del 68; preso en España hasta el fin de la guerra, se negó a regresar mientras estuviese el régimen colonial; maestro de escuela para niños cubanos en Estados Unidos; fundador con Martí del Partido Revolucionario Cubano y su dirigente, tras la muerte del Apóstol. Con estas características no fue necesario imponerlo. Se puso la esperanza en una imagen equivocada.
Pocos conocían, por entonces, el interior de su pensamiento y sus inconsecuencias. Ello se fue revelando poco a poco, después de su elección, sobre todo, cuando provocó la intervención norteamericana en 1906. No tenía fe en el pueblo de Cuba y así lo dejó escrito. Para él era necesario el tutelaje norteamericano. En 1902 estos aspectos de su pensamiento eran poco conocidos. Hombre honrado, ha pasado a la historia como el único Presidente del periodo neocolonial que no robó; pero que, al no aceptar su derrota electoral, en 1906, y provocar la intervención no deseada ni por los norteamericanos ni por los cubanos, destruyó la imagen democrática de la República, e hizo evidente el dominio estadounidense sobre Cuba.
El 20 de mayo de 1902 se iniciaba la República con una Constitución secuestrada; sin soberanía; con un pueblo desprotegido, hambriento y sin acceso a los recursos necesarios; y un Presidente de mentalidad dependiente. Ver arriar la bandera norteamericana y elevar la cubana constituyó una profunda alegría. El nuevo escenario era novedoso y complejo, lleno de contradicciones y paradojas. Los problemas no eran ya los de una estructura obsoleta de dominación colonial; ahora se trataba del naciente y moderno, casi desconocido, ordenamiento neocolonial. De súbditos de la Corona española, los cubanos se convertían en ciudadanos de su República inacabada. Patria, nación, cultura e identidad serían los ejes, y los campos de debates y enfrentamientos de la reafirmación nacional.
La herida era profunda. Un sentimiento de indignación y de frustración recorría amplios y diversos sectores del país. La nueva etapa revolucionaria se inició con el movimiento antiplattista que se convertiría, pocos años después, en el movimiento antimperialista. El insobornable patriota Salvador Cisneros Betancourt, único participante en las asambleas constituyentes mambisas de Guáimaro, Jimaguayú y la Yaya, promovió los clubs patrióticos antiplattistas. En las nuevas y turbias aguas nadaron y emergieron los oportunistas y los resignados, que le dieron el sello corruptor y demagogo a la República impotente. Por ello, se hicieron más profundos los sentimientos y las ideas patrióticas. Nació y creció la Cultura de la Resistencia y las necesarias profundizaciones de la identidad nacional.
La República neocolonial no logró estabilizar el sistema de dominación, solo duró 56 años, 7 meses y 11 días de periódicas convulsiones políticas y sociales. No fue con la Revolución Cubana de 1959 que se expresó por primera vez el rechazo político al 20 de mayo. La oposición a esta fecha se reflejó en la misma simbología de la Presidencia de la República. El último presidente que tomó posesión un 20 de mayo fue Gerardo Machado y Morales. En 1940 se tomó la decisión de que la toma de posesión del Presidente de la República fuese el 10 de octubre, y no el 20 de mayo. El 1ro. de enero de 1959, justo cuando se cumplían 60 años de iniciada la ocupación militar, triunfaba la Revolución antimperialista. Por entonces, aún se decía, para señalar lo peor, «le cayó un 20 de mayo». La fecha no debe ser olvidada; marcó la diferencia entre una colonia obsoleta y una república con una dinámica interna propia y creadora.
Los días en que se nublaron los sueños (III parte y final)
Imagen de Razones de Cuba