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Armas de Distracción Masiva

La muerte de un País

Asesinaron a un País. Era joven, soñador y había enamorado al mundo. En su nacimiento incluía a todos, y la naturaleza era sujeta de derechos. Casi doscientos años después no había logrado aun su independencia, pero inventó una forma de desafiar las fórmulas mágicas de falso crecimiento económico que apenas funcionaban en los titulares de las empresas de comunicación. Expulsó de su casa a los intrusos, le puso el dedo en la cara a los gigantes, y pese a ser chiquito le gritó al mundo sus verdades sin miedo a equivocarse. Algunos lo odiaban, muchos lo amaban, pero todos lo respetaban. Era orgulloso y consentido. Por eso su muerte fue sádica, lo despedazaron. Era un mensaje a todos lo que quisieran ser como él.

Antes de nacer, trabajaba siempre con la cabeza baja, temía a los capataces criollos. Cuando levantó su cabeza decidieron que había que exterminarlo para que no mirara más altivamente hacia el horizonte. Al inicio intentaron a la fuerza, pero era muy inteligente y preparado para ese tipo de ataque. Entonces cambiaron la estrategia y cambiaron los capataces. Sus ex dueños cooptaron silenciosamente a algunos de los que ayudaron a que él naciera, y de manera solapada comenzaron a engañar a todos. Cuando habían ganado la confianza de todos, los capataces comenzaron a chismear sobre el País. Los que admiraban al País comenzaron a creer en los capataces. Al darse cuenta que estaba instalada la duda, comenzaba la masacre. Creer en los chismes permitió iniciar la barbarie. La normalizaron y así comenzaron a desmembrar al País atropellando su Constitución. Después apalearon sus leyes para quebrar las instituciones y funciones del estado. Era terrible, se escuchaban los gritos y nadie hacia nada, los capataces sonreían al hacer creer que todo estaba dentro de lo legal. El mundo miró hacia el otro lado e inclusive en un principio los amigos del País no creían que algo estaba pasando para no cuestionar la legitimidad de su democracia. Los amigos prefirieron no participar de la discusión creyendo que era una pelea doméstica. 

Ahí comenzaron a quemar sus pedazos en la plaza pública mediática.

Sin que lo esperaran, el País intentó levantarse resistiendo a todo, estaba hecho de dignidad y eso no se logra quemar. Entonces los capataces se pusieron las mismas botas de siempre y con una felicidad jamás vista en la corta historia del país asesinaron a doce personas, detuvieron a 1 .200 e hirieron 1 .300. Después de eso los capataces se quitaron las botas para no ensuciar la sala y llamaron a sus esclavos para la foto. Los llamaron dirigentes y les permitieron que se tomaran algunas fotos durante el banquete. Por primera vez permitieron que se sentaran a la mesa. Los excitaron y embriagaron. Borrachos, fingieron demencia y los muertos, presos y heridos no existían durante la comida. Ese banquete hizo que el País se atorara y se comenzará a ahogar. El País no había aprendido a sospechar, ni a defenderse de esos engaños, se confiaba que por la admiración del mundo nadie atrevería a hacerle algo. Ni los esclavos-dirigentes, ni los capataces eran una amenaza pese a su incestuosa relación con sus ex dueños. 

Pese a ser muy joven el País ya había conquistado muchos de sus sueños, pero le faltaba preparación política. Sus hermanas mayores lo alertaron de ese eso, pero como todo joven soñador, miraba hacia el mañana sin importarle el presente. Peor creer que en el siglo XXI se repetiría la misma historia de antes. Era tan confiado que junto a sus amigos y hermanas habían apodado al siglo XXI como si les perteneciera. Hacían tendencias, se creían invencible.

Estaba con muerte cerebral, todos los indicadores lo mostraban. Siempre queda la esperanza de que se recupere y se despierte. Los que lo aman creían que volvería a verlo correr, saltar y nadar entre los tiburones. Pero se enfermó. Y no solo él, sino todo el mundo. Los capataces, los esclavos-dirigentes, la esperanza, el amor, las ganas. Y todos murieron. Pero él murió luchando. No hubo entierro, no hubo lagrimas. Apenas quedaron las personas sin el País. Puede nacer otro país. Pese a que el ADN es el mismo, en este caso no será igual. Es imposible. Hay que ver si las personas harán uno mejor o peor.

Nota del autor: «Texto escrito por el 24/05, día de la independencia de Ecuador.»

Amauri Chamorro

Lleva a Corinthians y a sus convicciones en el corazón. Master en Comunicación Política por la Autónoma de Barcelona. Ecuatoriano brasilero, estratega, comunicador pero aún así un buen tipo. Caminando por toda América Latina ayudando en nuestra segunda y definitiva independencia. Cree firmemente que la autocrítica es un eje fundamental de los procesos progresistas. “Aún estamos aprendiendo”.

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