A la novela de #FreeFerrer le quisieron incorporar varios capítulos, luego de que la denuncia realizada en el Noticiero Estelar revelara al mundo el verdadero rostro de quien se vende como “prisionero político” y no es más que un delincuente común. El “líder” de la poco conocida Unpacu fue defendido por cabecillas de la mafia anticubana, que incluso llegaron a afirmar que se trataba de un doble o de un “montaje del régimen”.
Otros, un tanto más inteligentes, se concentraron en las supuestas “violaciones al debido proceso” que convertían a José Daniel Ferrer en una víctima de la “represión del sistema comunista”. Sin embargo, a Ferrer se le acusó y procesó por delitos de lesiones y privación ilegal de libertad, con todas las garantías que ofrece la ley penal vigente, y su detención se debe a la prisión provisional que, como medida cautelar hasta el momento del veredicto judicial, aplicó la Fiscalía.
Hoy ya sabemos que la petición fiscal para el acusado Ferrer asciende a nueve años, no solo por los delitos ya mencionados, sino porque en el momento de su comisión el reo se encontraba en libertad con una “licencia extrapenal” y no había agotado condenas anteriores. La última palabra al respecto la tendrá el sistema de tribunales cubano.
No obstante, y plenamente conscientes de esta realidad, los enemigos de la Revolución han decidido ignorar la verdad y continuar su campaña por la liberación de Ferrer, mientras también promueven la agenda del gobierno estadounidense contra la Isla. Infames personajes como el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, y el senador Marco Rubio, se alían esta vez con figuras menos conocidas como la encargada de negocios de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, Mara Tekach, y la itinerante contrarrevolucionaria Rosa María Payá.
Morgan Ortagus, portavoz del Departamento de Estado, se sumó a la campaña, dejando claro que el ejecutivo imperialista está apoyando las espurias causas de una “oposición” que no cuenta con legitimidad ni autoridad en la Isla que pretenden “liberar”.
Esa “oposición”, que no es más que una red contrarrevolucionaria donde brillan por su ignominia figuras como Ana Olema, que intentó negar su participación en la afrenta a José Martí (hace poco denunciada y desenmascarada), pero cuya relación con los autores materiales y el pago realizado por su acción es irrebatible.
El apoyo de gobiernos de facto como el de Jeanine Áñez en Bolivia tampoco hace mucho por la causa de la contrarrevolución. El ambiente tremendamente polarizado que propicia la virulenta administración del presidente Donald Trump ha dejado muy claro quienes están con Cuba, y quienes con cualquiera que se oponga al socialismo en Cuba, sea cual fuere su calaña.
Ni siquiera los cubanos residentes en el exterior confían en estos “cabecillas” de la “democracia para Cuba”. Es elocuente el testimonio de un antiguo miembro de Unpacu que declaró que, si bien no creía que Ferrer trabajara para la inteligencia cubana, era el mejor agente de la República de Cuba: hacía exactamente lo que quería la Seguridad del Estado. Porque, ¿quién va a seguir a un hombre que se estampa la cabeza contra la mesa al grito de #QuiñonesMeEstáMetiendo?
Ferrer, Payá, Olema, Tekach, Almagro, Rubio… la desfachatez y la inmoralidad pueden tener muchos nombres, pero estos sujetos se ganan un lugar cimero cuando de simulación, demagogia y cinismo se trata. Movidos solo por los dólares, jamás lograrán el cambio que quieren para Cuba, cambio que para cualquier revolucionario (o ciudadano de bien) significaría un enorme retroceso para nuestro país.
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