Fe en el comunismo

Por Miguel Cruz Suárez

Por eso de estar preconizando lo de repartir mejor las cosas entre todos; pensar un poco más en el otro, en el desvalido, el humilde, y andar soñando con justicia, por esos motivos arremeten contra el comunista y bueno. Sin decirlo, arremeten también contra Cristo, que fue clavado en la cruz por andar con semejantes ideas, allá por la época del imperio romano.

Puede que existan muchos tipos de comunistas, y no lo niego, como existen muchos tipos de capitalistas. Pero nadie me puede desmentir si digo que hay una categoría bastante peculiar de comunista, que a diario camina por cualquier calle de esta Isla. Yo diría que es el que prevalece por este lado y tiene rasgos autóctonos muy bien definidos.

El comunista cubano típico, el predominante, no es ni extremista ni aburrido; no es encartonado ni ortodoxo. Milita y es disciplinado con su Partido, pero sin fanatismo, y sin que sea un ateo consumado o un materialista puro.

Muchas veces junto al carné rojo, en su billetera o en la típica cartera femenina, anda una estampilla de la Virgen, una imagen de San Lázaro o el crucifijo que le regaló alguien para mantenerlo a salvo.

El comunista cubano le amarra una tirita roja a la cuna del bebé, para espantar el mal de ojo y, si le dicen que la maluquera del muchacho es cosa que pinta feo, pide permiso en la reunión del núcleo o del comité de base, y se lleva al chamaco para casa de Cuca, la que soba empachos y santigua dolencias ocultas con gajos de vencedor y humo de tabaco.

El comunista cubano no desmonta las imágenes religiosas de las paredes donde las puso su abuela, y de vez en cuando le hace su rueguito a uno que otro santo, para que las cosas le vayan mejor o la salud regrese.

No se espanta cuando ve una biblia, ni le pregunta con mucha insistencia a la persona que le gusta como futura pareja, si es católica, apostólica y romana, o si es adventista del séptimo día, primero descubre las coincidencias del amor y los valores humanos, y luego trata de comulgar ideas distintas, en materia de creencia espiritual.

No puedo dar fe del comunismo de otra época, con otros signos y otras características, en Cuba o en el mundo, pero el de ahora, el mío, el de cientos de miles de cubanas y cubanos que ostentamos la militancia en esta ideología, no es una amenaza para nadie, no somos útiles para asustar (como el viejo del saco, de los cuentos infantiles) ni representamos peligro alguno para los que piensan distinto, siempre y cuando lo hagan con respeto y decoro.

Y siendo tantos como somos, en caso de representar algo amenazante, nos tendríamos que pasar el día en batalla campal con los que no lo son; pero eso no sucede, y lo mismo te encuentras un comunista jugando dominó con otros que difieren de la ideología, que haciendo la cola para el pollo, bailando con la misma música, armando similar algarabía en el juego de pelota y defendiendo a Cuba, con la misma pasión de otros tantos que, sin ser comunistas oficiales, también dan la vida por su país.

Tomado de Granma.