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Código y disenso

Usted puede tener inquietudes acerca de la política o la economía. No todos tenemos que pensar igual. Basta con que las ideas tributen al bien común y al desarrollo del país, el cual solo puede alcanzarse a través de la unidad de todos en persecución del objetivo común. También es imprescindible la acción conjunta, ponderar los valores, perfeccionar la gestión colectiva…y eso está en nuestras manos.

Usted tiene el derecho de disentir, eso la legislación cubana se lo respeta. Pero el espíritu del Código de las Familias no tiene nada que ver con eso. Representa una cuestión política, en tanto la legislación forma parte de la voluntad del Estado revolucionario. Sin embargo, su esencia radica en la vida cotidiana, en las prácticas diarias de la familia cubana y su reconocimiento legal.

¿Cómo se puede estar en contra de un proyecto tan emancipador y progresista como este? A todos tiene en cuenta: Hijos, padres, abuelos… Protege a los vulnerables, habla de derechos para cada una de las personas, bajo un concepto de cero discriminación.

Cada uno de los títulos trae novedades que recogen la diversidad de la institución familiar y lo mejor de la tradición internacional. Numerosos espacios en los medios han sistematizado el contenido de la propuesta legislativa, con el fin de acercarla a la población. Se ha explicado cada tópico en más de una ocasión, despejando dudas y enfrentando confusiones. Entonces, ¿por qué persisten campañas para condicionar el voto negativo?

Permanecen viejos estereotipos, que solo pueden modificarse con un imprescindible cambio de mentalidad, desde la profundidad de las construcciones individuales. El país necesita que continuemos «cambiando todo lo que deba ser cambiado», incluso si eso significa mirarnos por dentro.

Tal vez lo peor sea el conservadurismo imperante todavía en algunos sectores. Respetamos todas las posturas, pero en lo personal nunca podré entender cómo la doctrina ha de estar por encima de la realidad. Los preceptos cambian en dependencia de las transformaciones sociales. No existe institución que pueda estar ajena a la evolución humana, pues perecería, poco a poco, en el intento.

Por otra parte están los peores, esos que miran con ojos hipercrítivos. No opinan desde la construcción, sino con el mazo en la mano, al pie de la obra destruida. No quieren avanzar, eso se les adivina en la intención. Buscan cualquier oportunidad, el menor pretexto, para emprenderla en contra de cualquier cosa que huela a Revolución o Socialismo.

Duele verlos inventar mentiras, advertir como todavía, a estas alturas, hay quien les cree. Mentiras, sí, y puedo poner ejemplos. Dicen que con el proyecto de Código de las Familias se les quitará los hijos a los padres. ¿Cómo llamarle a esto, si no falacia? Hasta el cansancio se ha explicado que se trata de un cambio de concepción, que parte de reconocer derechos y deberes tanto de padres como de hijos. Pero ellos siguen subidos a su púlpito, llamando a la multitud desde un discurso asqueante.

Quizás el proyecto legal no sea perfecto. Nada lo es. Sin embargo, yo apuesto por él, con el corazón en la mano. Disentir significa negarle derechos a los demás, a un prójimo que perfectamente podríamos ser nosotros mismos.

¿Qué ejercicio más democrático que el de una consulta popular o un referendo?¿Qué otro pretexto van a buscar?¿Ahora de dónde saldrán las críticas? Se acaban las excusas de los odiadores. La voluntad del pueblo, como siempre, será ley.

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