Se concretó la reunión entre el falso interino Juan Guaidó y el secretario de Estado Mike Pompeo.

El hecho se da al margen de la conferencia regional antiterrorista celebrada en Bogotá, en la que, además de Colombia como anfitriona, la conducción de Estados Unidos y la visita del dirigente del antichavismo, contó con la participación de una decena de países latinoamericanos y la presencia de observadores de Israel y España.

Lo pronosticamos antes en esta tribuna: es precisa la selección de ese escenario para que los actores detonantes del conflicto político en Venezuela, a saber, la Casa Blanca y la Casa de Nariño, reconduzcan la estrategia contra Venezuela. Tratar los tópicos de la lucha antiterrorista frente al resto de naciones de América Latina tuvo al gobierno de Nicolás Maduro como protagonista del evento.

Este lunes se efectuaron nuevas acusaciones contra Venezuela, que lejos de simular una investigación multilateral con sólidas pruebas, se muestran tal y como son: elementos de propaganda política elaborada por el ala neoconservadora de Estados Unidos para consumo del público occidental en un año electoral, apuntando a un relanzamiento de la agenda de asedio contra el país.

Durante 2019, lo fue mediante el argumentario de R2P (Responsabilidad para Proteger); este año, se reinventan a partir de la narrativa «antiterrorista».

LA CUMBRE DE LA «LUCHA CONTRA EL TERRORISMO»

«Maduro recibe a disidentes de las FARC y el ELN», catalogó Pompeo durante su intervención en la conferencia, añadiendo que en Venezuela estaba presente «el régimen de Irán, con su brazo armado Hezbolá».

A continuación, pasó a reseñar las acciones que países supeditados a su política «antiterrorista» han efectuado en dirección a una lucha contra la inventada interferencia de Hezbolá, organización política incluida en la lista de organizaciones terroristas elaborada por Estados Unidos, en la que también se encuentra el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia.

De este modo, el exjefe de la CIA conduce a los espectadores a una conclusión que parece evidente: estamos combatiendo juntos la presencia de grupos terroristas, y Venezuela, en cambio, los aloja y refuerza. «Esto no es aceptable», afirmó.

La estrategia de la Administración Trump tiene a Colombia en sus pies, país reducto de bases militares estadounidenses, grupos paramilitares y primer exportador de cocaína en el mundo. En su intervención, el presidente Iván Duque repitió el libreto de Pompeo, hablando de «terroristas, guerrillas, redes internacionales de narcotráfico» acogidas por el gobierno venezolano.

Duque aprovechó para «anunciar» que su gobierno adoptaba el mentado listado de grupos terroristas fichados por Estados Unidos, mostrando su plena correspondencia a la política extranjera de Washington, y por elevación, al Estado sionista de Israel.

Honduras, otro país marcado por el narcotráfico y las organizaciones criminales, también adoptó esta medida.

Iván Duque aseguró que esta iniciativa permitiría establecer canales de cooperación e intercambio de información en la lucha antiterrorista. Ahora bien, el mandatario colombiano tuvo su primer strike en esta tarea, cuando, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas a finales de 2019, presentó falsas evidencias de nexos entre Nicolás Maduro con grupos armados.

El revés fue aún mayor cuando la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, mostró oportunamente las fotos de Guaidó, protegido de Duque, abrazado con miembros de la organización narcoparamilitar Los Rastrojos.

La jugada de criminalizar al contrario para convertirlo en un blanco, basándose en falsos expedientes y ficciones elaboradas en laboratorios de propaganda, tiene ya larga data. En lo inmediato, lo estamos presenciando en la región de Medio Oriente, con el foco puesto en escalar la guerra contra Irán, y en Latinoamérica, buscando un consenso contra Venezuela, no sin dificultad.

A pesar de los abultados informes, ni la OEA, el Grupo de Lima o el TIAR han apostado por una salida bélica, concentrando sus esfuerzos en la promoción de la asfixia económica.

En el caso de la cumbre, el comunicado final no cuenta con el apoyo de la Comunidad del Caribe (Caricom), mientras que México y Uruguay aparecen en calidad de observadores.

A pesar de que en los puntos acordados rechazan la presencia de «organizaciones terroristas», respaldan los mecanismos antiterroristas de marca estadounidense y se subordinan a su iniciativa, quedó ausente una condena a la supuesta filiación del Estado venezolano con redes terroristas.

EL ENCUENTRO GUAIDÓ – POMPEO

Culminada la reunión, Mike Pompeo sostuvo una breve reunión con Juan Guaidó, quien terminó de confirmar ciertos puntos de la agenda de viaje del autoproclamado.

Efectivamente, asistirá a la reunión de Davos (Suiza) y tendrá un encuentro con representantes de la Unión Europea, cuestión corroborada por Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, en paralelo a la cumbre en Bogotá.

Sobre si se reunirá con el presidente Donald Trump, todavía no hay una repuesta oficial.

Por su parte, Pompeo refirió que «habrá más acciones de Estados Unidos para apoyar a Guaidó», sin dar más detalles, aunque la reconstrucción de las declaraciones en el evento nos permite especular que el reacomodo de la agenda contra Venezuela está incorporando al terrorismo como plato fuerte en la búsqueda de presiones internacionales, toda vez que a lo interno, el gobierno venezolano despeja el camino para realizar unas elecciones parlamentarias que normalicen la situación política.

Sobre esto y la posición ambivalente de la UE, Pompeo también mandó un lineamiento.

Recordemos que la primera iniciativa al diálogo en 2019 fue gestionado en Noruega. En los últimos meses, amén de la descomposición en su liderazgo que Juan Guaidó proyecta puertas afuera, los países europeos se han decantado por vías alternativas para participar en la solución del conflicto venezolano.

«Nuestros organismos están trabajando en Colombia y en provincias de Venezuela cerca de Colombia. ¿Qué pueden hacer los europeos? Ellos comparten la misma visión, esto es un Estado fallido y están junto a ellos por la libertad de Venezuela», expresó Pence cuando se le inquirió acerca del grado de compromiso de sus aliados otanistas, dejando claro que Estados Unidos no aceptará que perfilen una agenda internacional distinta a la que llevan los neoconservadores.

INTIMIDACIONES DESDE EL COMANDO SUR

Mientras Duque y Pompeo inyectaban una dosis de revitalización a la imagen de Juan Guaidó en la región, el Comando Sur hacía lo propio alardeando músculo militar.

Esta ala del Pentágono informó de un ejercicio de asalto aéreo que realizará en Colombia, del 23 al 29 de enero, en conjunto con las fuerzas armadas colombianas. Por parte de Estados Unidos, serán enviados «75 paracaidistas de la 82ª División Aerotransportada de Fort Bragg, Carolina del Norte, y 40 miembros del Ejército Sur», detalló el Comando Sur.

«Nos sentimos honrados de entrenar con Colombia, un amigo cercano de Estados Unidos y socio global de la OTAN», dijo Craig Faller, comandante de esta fuerza.

Las intenciones militares de cualquier aventura de Estados Unidos fuera de sus fronteras son explícitas. En este caso, el movimiento político en Bogotá es respaldado por el comunicado del Comando Sur que, con sus operaciones en las bases militares de países satélites, pretende demostrar que cuenta con un plan de acción para la «amenaza terrorista» que la Casa Blanca viene edificando en la región.

CIERRE DEL DÍA, LA TAREA Y LOS ACTORES DEFINIDOS

La jornada finalizó con un comunicado del gobierno artificial de Guaidó, en el que confirman que la gira internacional de los próximos días tiene el objetivo directo de difundir y fortalecer el relato de que en Venezuela operan grupos terroristas afiliados, convenientemente, a los que Estados Unidos considera como los «países malignos» del sistema internacional.

Por ende, buscará «medidas concretas» para devolver el curso venezolano hacia los intereses geopolíticos de Washington. ¿Amague de intervención militar? ¿Nuevo ciclo de sanciones económicas? El nuevo elemento que juega en contra es la oportunidad de que en el país se restablezca un espacio ganado a la agenda destituyente: la Asamblea Nacional.

Como bien sabemos, la «guerra contra el terrorismo» nunca ha sido para enfrentarlo sino para capturar enclaves vitales al funcionamiento de la hegemonía occidental. Así lo hemos presenciado en Medio Oriente, donde el control del petróleo ha traído muerte y desolación a sus habitantes.

Una realidad que difícilmente puede evadir el continente latinoamericano. ¿Aceptarán los países vecinos que la región se convierta en un espejo de lo que hoy es el conflicto de Irak, por ejemplo? Sería pagar un alto costo por un capricho electoral.

Pero más allá de la retórica sobre un nuevo impulso de Guaidó, los resultados de este encuentro han pasado bajo la mesa por su efectismo y débil orientación estratégica, generando más confusión que claridad.

Misión Verdad

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