En ocasión de celebrarse el 148 aniversario del infame fusilamiento en La Habana de 8 inocentes estudiantes de medicina por los colonialistas españoles, considero oportuno destacar que no existen prácticamente diferencias entre las oscuras fuerzas de la reacción colonialista de aquél entonces y la desalmada mafia anticubana de Miami que hoy aplaude con regocijo fascista la brutal represión contra el pueblo boliviano tras el golpe de Estado, que apoya una intervención militar yanqui en Venezuela, que ha pedido muchas veces a sus amos de la Casa Blanca tres días de licencia para matar “fidelistas”, de ser derrocada la revolución, y que hoy atiza el odio imperialista contra nuestro pueblo soñando rendirnos por hambre con el criminal bloqueo.        

En la precitada fecha fueron injustamente fusilados ocho inocentes estudiantes del primer curso de Medicina de la Universidad de La Habana, por los colonialistas españoles por lo que se recuerda cada año como una triste efeméride. Al efecto se han considerado en primera instancia el clima que imperaba entonces en la ciudad de La Habana, y cuál era la calidad moral y humana de quienes se convirtieron en los principales responsables de este horrendo homicidio colectivo.

Resultado de imagen para estudiantes de medicina 27 de noviembre
Fotograma de la película Inocencia, del realizador cubano Alejandro Gil

Hay que recordar que este oscuro hecho fue un escarmiento ejemplar que quiso dar España ante el desarrollo insurreccional para desatar el terror y demostrar así la medida de los extremos a que podía llegar un sistema agonizante.

Tanto el abominable crimen, como el inconcebible proceso judicial que lo precedió, contribuyeron a fortalecer el sentimiento independentista de los cubanos.

La situación para el régimen colonial español era crítica en el año 1871. En aquel momento la administración estaba saturada de funcionarios que, como el gobernador político Dionisio López Roberts, acechaban la ocasión para amasar fortunas por delaciones, indultos y pago de rescates, que constituían crímenes imperdonables contra la corona.

A pesar de la ofensiva militar española contra las fuerzas mambisas, la Revolución avanzaba y ello fue uno de los motivos de la opresión indiscriminada sobre la población civil. Los mambises estaban dando al mundo civilizado un ejemplo de revolución unificada y organizada, ya con una constitución y un gobierno establecidos.

El Ejército Libertador asestaba golpes contundentes a las tropas del ejército español. En esos momentos las fuerzas mambisas vivían una etapa de recuperación en el orden militar; Máximo Gómez había obtenido grandes éxitos al invadir Guantánamo y Antonio Maceo, quien también diera una dura pelea en aquel territorio, fue ascendido a coronel, situación que dio al traste con los esfuerzos del afamado general peninsular Martínez Campos.

En Camagüey, el mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, tras reorganizar su tropa, había protagonizado el 8 de octubre el rescate de Sanguily, una asombrosa proeza que dejó perplejos a los españoles y llenó de admiración a los revolucionarios y simpatizantes, con una muestra de valentía y capacidad combativa que también recuperaban Calixto García y los suyos. Esta situación favorable a la causa independentista exacerbaba la ira colonialista. Ante la imposibilidad de asestar un golpe definitivo a los mambises, desató su furor en mujeres y niños.

José Martí escribió un memorable poema sobre el asesinato de los ocho estudiantes de Medicina que retrata todo el horror de lo acaecido.[1] 

En 1871 el cuerpo de voluntarios españoles protagonizó la violencia contrarrevolucionaria en las zonas urbanas de Cuba, donde sembraron el terror. Su condición de dueños casi absolutos de las ciudades, se demostraba en su impunidad en acontecimientos como fue el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871, expresión de máxima y feroz represalia que la metrópoli desataba contra los independentistas cubanos, con los voluntarios de La Habana como principales promotores y con la complicidad de las más altas autoridades colonialistas.

Resultado de imagen para estudiantes de medicina 27 de noviembre
Monumento a los ocho estudiantes de Medicina, asesinados el 27 de noviembre de 1871

Hoy una caterva de momias batistianas y frustrados contrarrevolucionarios que integran la corrupta mafia de Miami, bajo la dirección de los Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez y compañía, pretende, con la anuencia de la administración de Donald Trump, devolvernos a un pasado de esclavitud, injusticias, racismo y explotación, que fue superado definitivamente por nuestro pueblo con el triunfo de la revolución encabezada por muestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.   

Han pasado 148 años desde los horrendos sucesos del 27 de noviembre de 1871, pero el pueblo cubano no olvida a sus gloriosos mártires, a la vez que grita a sus verdugos: ¡ASESINOS!

¡Sirva ello de lección a los que pretenden hacer retroceder la historia!


[1] A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871

Cadáveres amados, los que un día

ensueños fuísteis de la Patria mía,

Y luche con mis lágrimas, que hervían

en mi pecho agitado, y batallaban

con estrépito fiero,

pugnando todas por salir primero;

y así como la tierra estremecida

se siente en sus entrañas removida,

y revienta la cumbre calcinada

del volcán a la horrenda sacudida,

así el volcán de mi dolor, rugiendo,

se abrió a la par en abrasados ríos,

que en rápido correr se abalanzaron,

y que las iras de los ojos míos

por mis mejillas pálidas y secas

en tumulto y tropel precipitaron.

Lloré, lloré de espanto y amargura:

cuando el amor o el entusiasmo llora,

se siente a Dios, y se idolatra, y se ora.

¡Cuando se llora como yo, se jura!

¡Y yo juré! Fue tal un juramento,

que si el fervor patriótico muriera,

si Dios puede morir, nuevo surgiera

al soplo arrebatado de su aliento!

¡Tal fue, que si el honor y la venganza

y la indomable furia

perdieran su poder y su pujanza,

y el odio se extinguiese, y de la injuria

los recuerdos ardientes se extraviaran,

sobre un montón de cuerpos desgarrados

una legión de hienas desatada,

y rápida y hambrienta,

y de seres humanos avarienta,

la sangre bebe y a los muertos mata.

Esclavos tristes de malvadas gentes,

las hienas en legión se desataron,

y en respirar la sangre enrojecida

con bárbara fruición se recrearon!

Y así como la hiena desaparece

entre el montón de muertos,

y al cabo de un instante reaparece

ebria de gozo, en sangre reteñida,

¡así con contemplarte se recrea,

así a la patria gloria te arrebata,

así ruge, así goza, así te mata,

así se ceba en ti, maldita sea!

¡Campa! ¡Bermúdez! ¡Álvarez! Son ellos,

pálido el rostro, plácido el semblante;

¡Horadadas las mismas vestiduras

por los feroces dientes de la hiena!

¡Ellos los que detienen mi justicia!

¡Ellos los que perdonan a la fiera!

¡Dejadme ¡oh gloria! que a mi vida arranque

cuanto del mundo mísero recibe!

¡Deja que vaya al mundo generoso,

donde la vida del perdón se vive!

¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen

que mi furor colérico suspenda,

y me enseñan sus pechos traspasados,

y sus heridas con amor bendicen,

y sus cuerpos estrechan abrazados.

¡Y favor por los déspotas imploran!

¡Y siento ya sus besos en mi frente,

y en mi rostro las lágrimas que lloran!

¡Oh gloria, infausta suerte,

si eso inmenso es morir, dadme la muerte!

Cuando la gloria

a esta estrecha mansión nos arrebata,

el espíritu crece,

el cielo se abre, el mundo se dilata

y en medio de los mundos se amanece.

¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego

anhelo ansioso contra ti conspira:

mira tu afán y tu impotencia, y luego

ese cadáver que venciste mira,

que murió con un himno en la garganta,

que entre tus brazos mutilado expira

y en brazos de la gloria se levanta!

No vacile tu mano vengadora;

no te pare el que gime ni el que llora:

¡mata, déspota, mata,

para el que muere a tu furor impío,

el cielo se abre, el mundo se dilata!

Dejar respuesta

¡Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí