Un arquetipo de larga data sobre la migración cubana se actualiza en estos días: «los cubanos salen huyendo de la dictadura, el socialismo les falló».

Según la estimación más reciente en el portal digital de la Organización de las Naciones Unidas en materia migratoria, «en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales». Este dato es superior «en 128 millones a la cifra de 1990, y triplica con creces la de 1970».

Es interesante que a partir de la década del 70 comenzaron a aplicarse las políticas económicas neoliberales en el sur. Incontables territorios se convirtieron en escenarios de explotación a gran escala de mano de obra en condiciones semiesclavas, saqueo de recursos naturales, desplazamientos forzados y guerras. Ha habido una reducción del gasto en el sector público por el abandono del Estado de su responsabilidad respecto a garantizar determinados derechos de la ciudadanía, para pasar a ser, en muchos casos, el brazo armado de intereses corporativos transnacionales. Una colonización de nuevo tipo que sigue causando estragos hasta el día de hoy.

La riqueza de los países desarrollados económicamente, que atrae a los migrantes, no es un indicador del éxito del capitalismo, sino de la pobreza inducida por el sistema en las regiones que han explotado sistemáticamente. No es difícil comprender entonces que los flujos migratorios más importantes a escala global siguen el patrón sur-norte, constituyendo Estados Unidos el principal país receptor.

Este contexto debemos tomarlo en cuenta para dimensionar en su justa medida la migración cubana. Los cubanos migran buscando mejoras económicas, entre otros móviles diversos (obviamente), como lo hace un promedio de más de 200 millones de personas en el mundo, desde países capitalistas (que no tienen una economía bloqueada, aunque sí extorsionada por intereses privados), sin que por eso el mainstream se empeñe en descalificar al capitalismo.

Los cubanos no salen «huyendo de una dictadura». Salen de un territorio en paz donde, en muchos casos, tienen empleos y acceso a todos los servicios que brinda el Estado en el momento de emigrar.

También es usual que viajen con cierto capital económico adquirido por la venta de propiedades personales y un significativo capital cultural acumulado en el socialismo, que constituye una ventaja competitiva de peso en el mercado laboral del país destino, y en el caso del sur particularmente, una ventaja de la cual no disfrutan la media de las personas nacidas en el lugar.

A esto se suma que a Estados Unidos, donde viven unos 50 millones de migrantes, han llegado en condiciones de excepcionalidad para regularizar en breve su situación migratoria y encontrar empleo.

Cuba tiene desafíos inmensos por delante en la senda de la transición socialista de cara al futuro de sus hijos. Uno de ellos es la responsabilidad de alcanzar sostenibilidad y prosperidad para todos en medio de un terrorismo económico sin paralelo en la historia, en un mundo estremecido por las crisis de todo tipo del capitalismo. Emigrar seguirá siendo siempre una opción de vida legítima, pero es hora de que abordemos el tema con objetividad.

Por Karima Oliva Bello / Tomado de Granma

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