Los enemigos de la Revolución cubana, resignados por las derrotas sistemáticas que habían recibido mientras el Comandante en Jefe estuvo al frente de nuestro proceso revolucionario, y después Raúl, esperaron pacientemente por el cambio generacional que inevitablemente sucedería algún día.

Llegó el momento cuando el General de Ejército Raúl Castro entregó primero las riendas del gobierno al compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez y, después, la conducción del glorioso Partido Comunista de Cuba. Comenzaron a arreciar las medidas de asfixia económica y financiera, una estrategia trazada desde el mismo triunfo revolucionario y que el propio expresidente Obama calificó como un fracaso.

Durante el gobierno de Trump fueron 243 nuevas medidas, la mayoría de ellas aplicadas en medio de la crisis mundial que generó la pandemia de Covid 19 y que hoy mantiene casi intactas Joe Biden. Son medidas inimaginables, que el presidente cubano definió en una frase: «Nos tiraron a matar y estamos vivos».

Díaz Canel dejó claro, desde el primer instante, una política de principios que va cumpliendo al pie de la letra:

  1. Que su designación había sido no para destruir a la Revolución cubana, sino para darle continuidad al pensamiento y obra de Fidel.
  2. Que él asumía los cargos máximos del gobierno y el Partido, pero el líder histórico de la Revolución, tras la muerte del Comandante en Jefe, seguiría siendo Raúl.
  3. Que se entregaría en cuerpo y alma a la tarea, no sólo de resistir y vencer los embates de nuestros enemigos, sino de continuar avanzando, paso a paso, para alcanzar los sueños de justicia y bienestar social por los que tanto se había luchado.

Para ello, un cuadro surgido de la escuela política de Fidel y Raúl emplearía como principal método de trabajo el vínculo estrecho con las masas y el ejemplo personal, con el empleo de los más avanzados adelantos científicos tecnológicos en la conducción del gobierno.

Y ahí, es donde nuestros enemigos fallan otra vez, porque desconocen la capacidad que tiene el ser humano de sobreponerse a cualquier adversidad, por difícil que sea, si se mantiene la fe en la victoria y se preserva la unidad.

Eso es lo que mañana define una nueva victoria en las urnas, como digno homenaje a Fidel, que viviría orgulloso del pueblo y los cuadros que formó. Daremos al mundo nuevamente un ejemplo de dignidad, independencia y soberanía.

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