Cincuenta años de dolor de una república a medias, jóvenes caídos, revoluciones pospuestas hasta que en 1959 comenzaba la etapa de la soberanía y su alto costo, ese que del cual Fidel convencía a nuestro pueblo, pues en lo adelante todo sería más difícil.

Así vivimos el ataque por Playa Girón, el bloqueo, la Crisis de Octubre, la Lucha contra Bandidos, Operación Peter Pan, ataques mercenarios y piratería, sabotaje al avión de Cubana procedente de Barbados, actos de terrorismo, sabotaje, atentados, huracanes, periodo especial al estilo “opción cero”, 5 de agosto…

Podemos ver ahora -como se ha contado en las redes sociales- la caída de un avión, el tornado, pandemia, explosión del hotel Saratoga, explosión de centrales termoeléctricas, explosión de los súper tanqueros de Matanzas, crisis internacional, 243 medidas que recrudecen el bloqueo –aquel que desde los años 60 se mantiene-, 11 de julio…… Es la Historia. Pero hay que decir que cada uno de esos momentos durísimos tuvo su victoria, la de todo el país unido.

No ha sido fácil para la Revolución Cubana ni para sus líderes, porque los sueños más hermosos exigen altos sacrificios. Dirigir un país soberano, que ha sufrido por esa causa el desgaste de un hostigamiento económico y social por más de 6 décadas, es un reto a la resistencia, a la creatividad y a la convicción de vencer. No ha sido ni será fácil. Es el precio de la libertad y el riesgo de “desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional”, como definiera Fidel.

Hoy Matanzas duele; un sino de la naturaleza lo causa. Y duele a Cuba como el corazón mismo cuando recibe una noticia dura, pierde a un hijo, a un padre, a un amigo…. como cuando ves arder parte de un sueño que ha costado construir y conoces las consecuencias.

Pero también duele saber que la crisis energética que vive le país –a la cual se suma este accidente- tiene parte de su origen en componentes que desde hace tiempo debieron ser repuestos, renovados, y no ha podido ser por impedimentos del bloqueo. Ya no solo se trata de la obtención de más o menos combustible, sino de la inestabilidad tecnológica de nuestras centrales generadoras de electricidad.

A todo ello, un imponderable se sumó. El país no tiene otro rostro hoy que no sea de dolor, pero también de no descansar hasta devolver la tranquilidad a sus hijos y dar reposo a los nuevos héroes que desde ahora nos acompañarán en otras batallas.

Por eso se solicitó la ayuda de países amigos, con experiencia en estas situaciones, que nos tienen entre sus afectos.

No es nuevo –porque la ausencia de fibra es así, seca, retorcida y sin gracia- que haya gente alegrándose de la adversidad de un país, porque es la adversidad de un sistema que en vano esperan ver caer desde sus perfiles en redes sociales; incluso ha habido perfil falso de Cubadebate adjudicando al corazón de nuestro gobierno la soberbia de rechazar la ayuda del gobierno estadounidense.

Cuba nunca sería capaz de oponerse a un apoyo bienintencionado si en ello le va la vida a parte de su pueblo (habría que recordar entonces, sin embargo, que cuando el huracán Katrina azotó la región norteña, la ayuda nuestra fue rechazada con porfía y vanidad que prefirió ser solo para sí y no para su nación).

Cuba ama, agradece, y ha extendido desde siempre la posibilidad de un diálogo sobre la base del respeto y sin concesiones de principios. Solo un país que ha resistido a un genocidio por más de 60 años como el bloqueo estadounidense, y que aún así ha llevado luz a muchos rincones del planeta, puede valorar el significado de la solidaridad. No es la ética de la Revolución ni el sentimiento cubano rechazarla, venga de donde venga: Cuba es uno de los países que más la practica y, por tanto, más la valora.  

“Cuba no anda de pedigüeña por el mundo, anda de hermana y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará porque ella no falla a América.” Así escribió José Martí, consciente del papel de nuestro país en el crecimiento de nuestra cultura continental, y Fidel la hizo suya como buen discípulo, y nuestro presidente hoy, Díaz-Canel, recoge todas esas esencias martianas y fidelistas para impulsarnos. 

Por eso agradece a cada país y también a Estados Unidos, la ayuda ofrecida para sofocar las llamas que en Matanzas crecen y amenazan con llenar de humo gris el verano de esta isla. Y con él, agradecemos todos los cubanos.

Gloria a nuestros héroes, los de ayer y los de hoy; los de cada día que, con sus propios desafíos, van delante; los que parten a una misión dura, resueltos a cumplir con su humanidad.

Las llamas desgarradoras de Matanzas que nos hicieron llorar y mantenernos en pie sobre el dolor para seguir luchando, se extinguieron con la ayuda de todos. Pero Cuba no se “apaga”. A los que no tienen fe en su patria, que guarden el “champán”. La única combustión eterna que hay en este país es su Revolución, y esa arde dentro de cada cubano que combate y ama.

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