Las migración de los seres humanos entre países y regiones, es un fenómeno natural propio desarrollo social. Es tan normal como la sociedad misma.

La mezclas étnicas constituyen parte de heterogeneidad del proceso de fusión, por distintas causas, de la especie humana.

Desde la antigüedad tienen lugar grandes migraciones forzosas, provocadas por factores naturales, climáticos y enfermedades, la repartición del mundo y los conflictos bélicos.

Hoy, se cuentan por millones los desplazados de sus países de origen hacia las grandes potencias, en busca debusca mejorías. Para lograr estos sueños, miles de personas diariamente pierden la vida.

Pero el caso de la emigración desde Cuba hacia los EE.UU., tiene características específicas, sobre todo después del triunfo revolucionario el 1ero de enero de 1959. Antes de esa fecha el flujo migratorio era normal, con altas y bajas, en dependencia de las crisis económicas, sociales y políticas que tenían lugar en el archipiélago cubano desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. De ahí que durante esta etapa, no es extraño que la mayoría de las conspiraciones independentistas se fraguaron en territorio norteamericano.

¿Qué sucede entonces a partir de la segunda mitad del siglo XX?

El primer gran flujo migratorio desde Cuba hacia los EE.UU. lo protagonizan los perros falderos de las sucesivas administraciones estadounidenses durante la República Mediatizada, encabezados por las personas más pudientes, copropietarios de los negocios yanquis en el país, ladrones, testaferros, esbirros, militares asesinos, criminales y mafiosos que lograron escapar de la justicia revolucionaria y se escondieron fundamentalmente en Miami, donde la mayoría tenían negocios y propiedades de recreo, convirtiéndose, desde entonces en la guarida de estos desechos sociales.

Después le sucedió una avalancha de ingenieros, especialistas, médicos, técnicos, artistas convocados para asumir negocios ventajosos, con el objetivo de asfixiar a la joven Revolución con el robo de los profesionales más preparados, algo típico de los países desarrollados, que constituye el robo de cerebros de los más pobres.

Después comenzó una criminal campaña de descrédito y engaño, con su expresión más criminal en operación Peter Pan, que culminó con la separación de cientos de niños cubanos de sus padres, supuestamente salvados del peligro del Comunismo.

A partir de estos primeros años y teniendo como protagonistas a estos primeros emigrantes, se estableció todo un mecanismo diabólico que convirtió a ese proceso natural en un negocio muy lucrativo, pero doblemente criminal y despiadado.

Por una parte, las sucesivas administraciones estadounidenses establecieron un férreo y genocida bloqueo dirigido a crear descontento en la población, y por otro, estimularon a la emigración ilegal, para obtener de forma directa y expedita la nacionalidad de los Estados Unidos.

Ambos fenómenos y el incumplimiento sistemático de los acuerdos establecidos para lograr un flujo migratorio ordenado y seguro, crean un clima que estimula la emigración ilegal, que provoca diariamente dolor y pena a las familias cubanas, mientras se llenan de dinero fácil los bolsillos mercaderes de este fatídico negocio.

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