El cese del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, exigido por vigésimo octavo año consecutivo en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y aprobado de forma abrumadora por 187 votos a favor, 3 en contra (EE.UU., Israel y Brasil) y 2 abstenciones, reafirma la libertad de comercio y navegación ante un bloqueo anacrónico instaurado por Kennedy en 1.962 y que habría supuesto para la Isla unas pérdidas directas e indirectas estimadas en 110.000 millones $ según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y cerca del Billón $ según el Gobierno cubano.

Trump y el legado obamaniano

Las medidas cosméticas tomadas por la Administración Obama en su Primer Mandato Presidencial siguiendo la estela de la Administración Clinton (relajación de las comunicaciones y el aumento del envío de remesas a la isla así como el inicio de una ronda de conversaciones sobre temas de inmigración), dejaban intacto al bloqueo y no cambian sustancialmente la política de Washington, aunque reflejaban el consenso de amplios sectores del pueblo norteamericano a favor de un cambio de política hacia la Isla auspiciado por la decisión del régimen cubano de terminar con el paternalismo estatal y permitir la libre iniciativa y el trabajo por cuenta propia. Así, tras la intervención del Papa Francisco en la secreta negociación llevada a cabo entre Cuba y EEUU para romper el deshielo entre ambos países mediante el intercambio de Alan Gross y un oficial estadounidense por tres miembros de “Los 5”, asistimos a la desaparición de Cuba de la lista estadounidense de Países Terroristas y a la posterior apertura de Embajadas.

Sin embargo, Donald Trump habría adoptado como leit motiv de su Presidencia eliminar todo vestigio del legado obamaniano. Así, tras el intento de finiquitar el Obamacare, el anuncio de revisión del Tratado NAFTA y la retirada de EEUU del Acuerdo de París contra el Cambio Climático, el siguiente paso fue deshacer los avances diplomáticos y comerciales alcanzados con Cuba bajo el mandato de Barack Obama con la intención de aumentar las regulaciones y la supervisión para dificultar a las empresas estadounidenses rubricar acuerdos con Cuba así como para que los estadounidenses continúen viajando al país y serían fruto de la extenuante presión de los destacados representantes cubano-americanos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, ambos republicanos. Además, la renovación automática por parte de EEUU por un año más del embargo comercial a la isla atentarían contra el vigente sistema financiero y político internacional y podrían suponer para Cuba pérdidas estimadas en cerca de 70.000 millones de $, abocando al régimen cubano a la asfixia económica, siendo “perentorio” el finiquito de un bloqueo que corre el riesgo de convertirse en endémico y que puede tornarse letal tras la irrupción de la pandemia del coronavirus.

La nueva estrategia de la Administración Trump consiste en estrechar lazos comerciales y militares con los países de Petrocaribe al depender en exclusiva de la venezolana Petrocaribe para su abastecimiento energético, por lo que la Administración Trump se habría marcado como objetivo inmediato finiquitar a Petrocaribe. Petrocaribe fue creado en 2005 por iniciativa de Chávez con el objetivo de suministrar combustibles a los países miembros en condiciones ventajosas de pago, como créditos blandos y bajas tasas de interés y estaba integrado por 18 países (incluidos Honduras, Guatemala, Cuba, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Belice y una decena de islas del Caribe).

Cuba y la estrategia kentiana de EE.UU.

Mike Pence, anunció la implementación de nuevas medidas contra dos compañías que transportan el crudo venezolano hasta Cuba así como contra los 34 buques que utiliza PDVSA para tal cometido con el objetivo confeso de provocar la “asfixia energética de Cuba” mediante la amputación del cordón umbilical que unen Venezuela y Cuba siguiendo la teoría kentiana del “palo y la zanahoria “ expuesta por Sherman Kent en su libro “Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana” (1949). En dicho libro, Kent afirma que “ la guerra no siempre es convencional: en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha sido siempre realizada con armas no convencionales: […] armas […] políticas y económicas. La clase de guerra en que se emplean […] (son la) guerra política y la guerra económica.”

Siguiendo con la escalada represiva, el Departamento del Tesoro de EEUU ha impuesto recientemente sanciones a la empresa estatal cubana Cubametales por “su continuada importación de crudo venezolano y apoyo al Gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro”. Como consecuencia de esta medida, quedan congelados los activos que la empresa pueda tener bajo jurisdicción estadounidense y quedan prohibidas transacciones financieras con entidades estadounidenses pues Cubametales sería según el Gobierno de EE.UU. “responsable de garantizar el total de las importaciones y exportaciones de combustibles desde y hacia Cuba”. Todo ello conllevará que la Isla se vea abocada a una asfixia de resultados imprevisibles tras el hundimiento del turismo provocado por la irrupción en la Isla de la pandemia del coronavirus y en el paroxismo de la insolidaridad, la Administración Trump estaría bloqueando las compras y entregas de mascarillas, ventiladores pulmonares y demás insumos sanitarios básicos para el tratamiento de pacientes con Covid-19 pues el objetivo último de la Administración Trump sería conseguir el desabastecimiento total de petróleo, alimentos e insumos sanitarios vitales para hacer tambalear el actual status quo de la Isla.

Joe Biden y Cuba

La paranoia de Trump se habría agravado al verse afectado por el llamado “sindrome de hydris” citado por el médico y político ingés David Owen en su obra “The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power”. Dicho término procede de la palabra griega “hybris” que significa desmesura y que tendría su paradigma en el intento de aplicar la Ley de Insurrección que conllevaría la utilización del Ejército .Ello se enmarcaría en su nuevo lema electoral para las Presidenciales de Noviembre (“The President of Law and Order”) que llevaría ímplicito el deseo de Trump de convertirse en un tirano , haciendo realidad las proféticas palabras del Padre Fundador James Madison, quien en el número 47 del ensayo del Federalista, expresó que la acumulación de todos los poderes, legislativo, ejecutivo, y judicial, en las mismas manos y si es hereditaria, autonombrada, o electiva, se puede equiparar a la misma definición de la tiranía”.

Así, el intento de militarizar todo el país habría provocado la inquietud en el establishment dominante de EEUU y tendría su plasmación en las declaraciones del secretario de Defensa Mark Sper, que se muestra contrario a la aplicación de la Ley de Insurrección tras afirmar que “el racismo es real en el país y debemos hacer lo posible por reconocerlo, plantarle cara y erradicarlo” y especial relevancia adquiere la irrupción mediática del ex-secretario de Defensa de la Administración Trump, el ex-general de la Marina,James Mattis al acusar a Trump de “intentar dividirnos y de la necesidad de unirnos sin él, aprovechando las fuerzas inherentes a nuestra sociedad civil”.

Como consecuencia, los últimos sondeos de opinión manifiestan un repudio mayoritario de la sociedad estadounidense ante la gestión de Donald Trump de la pandemia del COVID-19 y una preocupante caída de su popularidad en vísperas de las Elecciones Presidenciales en las que Joe Biden le aventajaría ya en 14 puntos. En consecuencia, el establishment habría dado ya por amortizado a Donald Trump y se volcará en la victoria de Joe Biden en las Presidenciales quien en una entrevista concedida a la cadena CBS aseguró que en el supuesto de ganar las elecciones retomaría la política llevada a cabo por Barack Obama hacia Cuba, lo que se traducirá en un cambio radical en las relaciones cubano-estadounidenses tras la flexibilización del anacrónico Bloqueo contra la Isla.

GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ-Analista

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