En una comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU., el subsecretario del Departamento de Estado para América Latina, Brian Nichols, lanzó nuevas amenazas de sanciones sobre Venezuela. 

«Nicolás Maduro comete un error grave si piensa que nuestra paciencia es infinita y que las tácticas dilatorias le van a servir. Estamos preparados para responder con sanciones y medidas exhaustivas», afirmó Nichols durante su intervención.

La demanda actual de la Casa Blanca ya no se basa en que el actual presidente venezolano, Nicolás Maduro, abandone el cargo y permita la instalación del exdiputado opositor Juan Guaidó, a quien todavía la Administración estadounidense reconoce como presidente. Ahora el reclamo es que el Gobierno de Maduro reinicie el diálogo con la oposición: «Estamos dispuestos a modificar nuestra política de sanciones si las negociaciones progresan y el régimen de Maduro da pasos concretos», precisó el funcionario.

Más allá de lo funesto que resultan las sanciones para la ciudadanía y del impacto que puedan tener en ella, queda por analizar el poder real de esta advertencia.

Nuevas sanciones, ¿mismo resultado?

Desde el establecimiento del Gobierno del expresidente Donald Trump, EE.UU. y su alto funcionariado han amenazado al país caribeño incluso con una intervención militar. 

Más allá de simples exhortaciones, han sido varios los paquetes de sanciones que se han implementado y que han golpeado de manera fehaciente en la vida económica del país.

A pesar del impacto negativo de estas sanciones en la cotidianidad de la gente, lo cierto es que estas no han hecho mella en el Gobierno de Venezuela, que hoy luce mucho más fortalecido que antes de toda esta cruzada. 

Desde la persecución a funcionarios del Gobierno, la declaratoria de desconocimiento al Gobierno, el reconocimiento de un gobierno paralelo y el ofrecimiento de millones de dólares por la cabeza de altos funcionarios, incluido el presidente, hasta las sanciones directas a la industria petrolera y otras actividades económicas, la persecución a las empresas que comercien petróleo venezolano o la perpetuación de una lista de sancionados por el Departamento del Tesoro. Todo un largo compendio de ultimátums, intimidaciones y coacciones de diversa índole. De todo ha ensayado Washington sobre Venezuela, sin éxito alguno

A pesar del impacto negativo de estas sanciones en la cotidianidad de la gente, lo cierto es que estas no han hecho mella en el Gobierno de Venezuela, que hoy luce mucho más fortalecido que antes de toda esta cruzada. Así lo reconocen no solo los actores de oposición, sino incluso el propio Gobierno de EE.UU., que ha realizado dos visitas por medio de altos funcionarios a Miraflores, la sede del Gobierno, aceptando de facto al Gobierno de Maduro. 

Aunque Maduro sigue en la silla presidencial y su rival Juan Guaidó ya no implica riesgo alguno, las sanciones han impactado sobremanera al corazón de la economía nacional, la industria petrolera, que aún no ha podido recuperar ni una cuarta parte de su producción histórica. Según datos recientes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la producción petrolera venezolana ronda los 723.000 barriles diarios, cuando la cifra histórica de producción rozaba los tres millones de barriles diarios.

De todo ha probado Washington para que Maduro salga del poder y, con ello, ha conseguido un mayor empobrecimiento de la población y una consecuente migración que los primeros años se dirigió hacia países cercanos, pero que ahora fija su mirada en los EE.UU. y ya comienza a producir fricciones internas en la potencia del norte.

Migración venezolana vira hacia EE.UU.

Ahora ya sabemos que las sanciones, o sus amenazas, no derrocarán a Maduro, sino que más bien lo han fortalecido, mientras que la oposición a su Gobierno se encuentra en su estado de mayor postración luego de la derrota de la vía insurreccional impulsada desde Washington.

En cambio, las nuevas amenazas sí pueden provocar una mayor preocupación en el pueblo venezolano sobre su futuro económico, lo que puede convertirse en un impulsor de nuevas oleadas de migración. Y es que en la política no hay casualidades.

Es probable que la migración y la crisis que ha tenido que enfrentar Biden termine siendo un elemento de pugna en la campaña electoral, no solo en la de medio término de este año, sino también en las presidenciales de 2024. 

Mientras el subsecretario Nichols desempolvaba las amenazas de sanciones ante el Senado, el gobernador de Texas, Greg Abbott, enviaba dos autobuses de migrantes, la mayoría venezolanos, a la residencia oficial de la propia vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, en una clara crítica  a la política de «fronteras abiertas» que, según el gobernador, ejerce la administración del presidente Joe Biden.

Es bastante probable que el tema de la migración y la crisis que ha tenido que enfrentar la actual gestión estadounidense termine siendo un elemento de pugna en la campaña electoral, no solo en la de medio término de este año, sino también en las presidenciales de 2024.

El caso es que la migración, que antes era habitual desde varios países de Centroamérica, ahora se compone también por venezolanos. 

Así que, dos recurrentes temas, el ‘caso Venezuela’ y el de la migración, van a hacer cortocircuito y es bastante probable que los republicanos tengan mayores herramientas para explotar este problema. 

Latinoamérica, otra región

La debilidad de EE.UU. ante el tema Venezuela no se concentra únicamente en el fracaso de las sanciones y la política de desconocimiento del Gobierno de Maduro. Tampoco se queda en la agudización del problema de la migración venezolana y su politización por parte de los republicanos. Y es que, además, el continente americano ha cambiado sobremanera desde que Trump arreció las agresiones contra Venezuela.

Lo primero a tomar en cuenta es que el Grupo de Lima ya no existe, ha fallecido. Su gestión fue imprescindible para que Washington pudiera sostener una política intervencionista sobre Venezuela durante largos años.  

Ahora más bien la situación es contraria. La mayoría de países que estaban gobernados por líderes conservadores hoy han cambiado de signo político y tienen presidentes de izquierda o al menos progresistas.

Las amenazas de sanciones lucen mucho más débiles, no solo por haber demostrado su ineficacia, sino también porque dicha política no cuenta con los aliados mínimos para poder desarrollarla.

Los gobiernos de Perú, Argentina, Chile, México, que eran los más activos convocantes del cerco hacia Venezuela, hoy tienen otras preocupaciones y otro enfoque sobre el Gobierno de Maduro. En Brasil se augura también un cambio diametral dentro de escasas semanas.

Y el triunfo del presidente Gustavo Petro en Colombia implica para EE.UU. perder su ‘cabeza de playa’ en la región latinoamericana. Su otrora gran aliado ha pasado de ser el principal adversario de Maduro en la región, durante el mandato de Iván Duque, a no solo reconocer a Maduro como presidente legítimo de Venezuela, sino incluso a considerarlo oficialmente como un interlocutor válido para problemas tan importantes como la consecución de la denominada «paz total» y el reinicio de los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), entre otros.

Así las cosas en América, las amenazas de sanciones lucen mucho más débiles, no solo por haber demostrado su ineficacia, sino también porque dicha política no cuenta con los aliados mínimos para poder desarrollarla.

A todas estas, el otro gran aliado, la Unión Europea, hoy tiene otras preocupaciones y más bien trata de recuperar la relación petrolera con Venezuela.

La política interna

Los propios políticos venezolanos de oposición que en su momento apoyaron de manera agresiva las sanciones, aunque hicieran abierto daño en la población, han venido girando su discurso y tomando distancia. Con mayor o menor intensidad, han pedido deshacer este camino para poder sentarse a negociar y conseguir condiciones para las elecciones de 2024, en las que hay varios líderes inhabilitados y partidos políticos de oposición intervenidos.

Va a ser difícil para ellos llegar a una campaña electoral después de su llamado abstencionista y con la responsabilidad política de las sanciones a sus espaldas. La oposición parece preocupada por desandar este camino que ha tomado, pero Washington, como es costumbre, se lo pone difícil con estas nuevas amenazas.

Las negociaciones en México, que fueron avanzando, se paralizaron cuando el Gobierno de EE.UU. extraditó a Alex Saab, cuya liberación se ha convertido en el principal reclamo del Gobierno venezolano para reiniciar el diálogo.

Con estas declaraciones del subsecretario puede apreciarse mucho más la debilidad que posee como potencia en la región y su incapacidad para reiniciar otro tipo de relaciones con el subcontinente.

A todas estas, el otro gran aliado, la Unión Europea, hoy tiene otras preocupaciones y más bien trata de recuperar la relación petrolera con Venezuela

Ya fortalecido, pasado lo peor de la tormenta y con un relativo crecimiento económico, al Gobierno venezolano ya no le interesa negociar porque es poco lo que puede conseguir y mucho lo que puede perder.

Por el contrario, la oposición, que desechó las negociaciones –porque, según decían, le daban oxígeno a Maduro– cuando tenía mucha fuerza, ahora requiere de ellas para poder conseguir cuestiones mínimas que le permitan su participación en las presidenciales de 2024 en una mejor situación que la que sufren ahora, después de la rotunda derrota que tuvo la insurrección en torno a Guaidó. 

Con la oposición prointervencionista a punto de la extinción, el fracaso rotundo de las sanciones, el fortalecimiento de Maduro en el Gobierno y la ‘izquierdización’ de los otrora gobiernos aliados, Washington tiene otro panorama sobre Venezuela.  

Con estas declaraciones del subsecretario puede apreciarse mucho más la debilidad que posee como potencia en la región y su incapacidad para reiniciar otro tipo de relaciones con el subcontinente.

Tomado de RT

Dejar respuesta

¡Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí