Entre las muchas obsesiones paranoicas de que adolece el gobierno norteamericano figura su enfermiza inclinación por incluir en diversas “listas negras “a todo aquél que contradiga o no se someta a sus imperiales dictámenes.

La actual administración fascista de Donald Trump ocupa sin duda los primeros puestos en esta manía persecutoria, en particular, si las víctimas de sus desatinos son Cuba, Venezuela y Nicaragua, aunque en realidad nadie está a salvo en este mundo de ser etiquetado de “malvado” por Washington.

Ejemplo de lo expuesto es la desvergonzada y absurda inclusión de nuestro país en una espuria y arbitraria relación de naciones que supuestamente no hacen lo suficiente para combatir la Trata de Personas, a pesar que Cuba se distingue por una política de tolerancia cero y desempeño ejemplar en la prevención y combate de este flagelo con baja incidencia en nuestra realidad social.

Para colmo del cinismo, se fundamenta está politizada decisión en supuestas malas condiciones de trabajo que sufren los médicos de nuestro país en misiones estatales en el exterior, cuando el mundo reconoce la dignidad, la profesionalidad y el altruismo de los cooperantes cubanos en el desempeño de sus labores.

Al parecer la Casa Blanca acude constantemente a este perverso recurso tratando en el orden interno de desviar la atención de sus ciudadanos de los descomunales problemas que afectan a su decadente sociedad, y en el plano internacional, de reforzar la mesiánica imagen de ser un Estado policía que todas las naciones deben temer y respetar.

La realidad hoy es otra. ¡Cada vez son menos los que se pliegan sin resistencia a la tiranía del tenebroso Tío Sam!

No es un secreto para nadie que EEUU carece de autoridad moral para hacer evaluaciones o calificaciones de países en alguna materia.

En la práctica, los EE.UA como nación no son hoy más que un peligroso “Estado fallido” que puede ocupar el primer lugar de todas las listas negras que se hagan, ya que posee altísimos índices de las modalidades más graves  de criminalidad, además de ser el campeón indiscutible de las más atroces violaciones de los derechos humanos en el mundo, así como de ser, por decirlo de alguna manera, un antro de corrupción en el que florecen disímiles desigualdades e injusticias sociales entre su propia población .

Un Estado fallido se distingue por su fracaso político y social, caracterizándose por tener un gobierno tan ineficaz, que no provee ni puede proveer seguridad plena a los derechos básicos de su población, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación moral de su sociedad. Además, estos Estados adolecen de una creciente incapacidad para interactuar con otros Estados, como miembro pleno de la comunidad internacional.

Por lo anterior se deduce que, Estado fallido, es todo poder político de una nación, que se sale de las normas del derecho internacional. Es decir toda nación que por decisión de su gobierno o de quien ejerce el poder, invade, ataca o calumnia a otro país para satisfacer sus ansias hegemónicas de dominación.

Generalmente los ciudadanos en un Estado fallido no perciben la magnitud y profundidad del proceso de corrupción gubernamental, ni el grado de deterioro moral de la cúpula gobernante y la responsabilidad presidencial en esta peligrosa y alarmante situación, donde al igual que en las organizaciones mafiosas , sus miembros más facinerosos se dividen entre sí las cuotas de poder en el país y las criminales actividades llamadas a reportarles a ellos y a sus socios de las grandes transnacionales jugosas sumas de dinero.

¡Nada más parecido a los Estados Unidos!

Veamos algunos datos que ilustran esta afirmación.   

El gobierno de Estados Unidos habla mucho de las violaciones a los derechos humanos en otros países, pero no se trata más que de pura hipocresía, porque en su propio país se violan masivamente estos derechos, así como en su política exterior.

El autoproclamado líder del mundo exige el respeto de los derechos humanos para el planeta, en cambio hace la guerra, viola tratados internacionales, pisotea los derechos humanos hasta de sus mismos ciudadanos y de otros países.

Según Jamil Dakwar, director de programas de derechos humanos de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, en inglés): “En muchos ámbitos —incluidas la seguridad nacional, el sistema penal, los derechos socioeconómicos y la política migratoria—, los EE.UU. presentan un historial pésimo en comparación con otras muchas naciones. “

Entre las 348 recomendaciones hechas por el CDHNU a Washington, pide en su informe que ponga fin a la detención de niños y familias inmigrantes y que abra pesquisas a partir de los datos conocidos sobre las torturas practicadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).

El informe incluyó numerosas y apropiadas recomendaciones para abordar la brutalidad policial y el uso excesivo de la fuerza, así como para poner fin a la discriminación racial contra las minorías y los inmigrantes.

EE.UU. ya ha sido blanco de las críticas del CDHNU por sus infracciones a los derechos humanos. Se le imputaron a Washington la extensión de la brutalidad policial, la injusticia racial, la retención de presos al margen de toda ley en la ocupada bahía de Guantánamo y la persistente aplicación de la pena capital.

El amplio dossier presentado hace “numerosas y apropiadas recomendaciones para abordar la brutalidad policial y el uso excesivo de la fuerza, así como para poner fin a la discriminación racial contra las minorías y los inmigrantes”, escribe Dakwar sobre el informe.

El miembro de ACLU estima que la publicación del CDHNU representa una diáfana muestra de desconfianza en el respeto de los derechos humanos por EE.UU.  “Demuestra con claridad que a EE.UU. le queda mucho camino por recorrer para cumplir con sus obligaciones y compromisos en materia de derechos humanos”, dice Dakwar.

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