“El ignorante afirma, mientras el sabio duda y reflexiona”, así afirmaba Aristóteles, filósofo y matemático griego, ante las mentiras que algunos decían para influir en el criterio de la sociedad.

Con esa misma intención, en el año 2016 el Departamento de Estado, con el visto bueno de la Casa Blanca, lanzó la falsa tesis de que varios de sus diplomáticos acreditados en la embajada de La Habana, habían sido “víctimas de supuestos ataques sónicos” que afectaron su salud.

Ante eso tomaron la decisión de evacuarlos de inmediato, lo que dio lugar al cierre del consulado y de casi todas las actividades diplomáticas que se llevaban a cabo desde el restablecimiento de relaciones bajo la administración de Barack Obama.

Para Cuba, acostumbrada a los planes de acciones encubiertas de la CIA y sus patrañas, era evidente que se trataba de una operación para fabricar un pretexto que le posibilitara al nuevo gobierno, encabezado por Donald Trump, el rompimiento de relaciones diplomáticas.

No por casualidad los “afectados” eran oficiales y especialistas de la CIA, orientados por sus jefes a poner en práctica el guión aprobado.

Un caso significativo fue protagonizado por el jefe de seguridad de la embajada yanqui, quien le expresó al jefe cubano responsable de la protección exterior de la embajada y las residencias, que desconocía la información del “ataque sónico” y los enfermos. Sin embargo, al día siguiente fue uno de los evacuados por padecer “síntomas de enfermedad cerebral”.

Cuba de inmediato inició una profunda y profesional investigación con destacados especialistas, demostrando la falsedad de los inventados ataques, e incluso aceptó que funcionarios del FBI visitaran la Isla y sostuvieran conversaciones con homólogos cubanos, sin que pudieran demostrar elementos que permitiera señalar a Cuba como responsable de esa farsa.

Han pasado seis años y el único resultado ha sido el deterioro creciente de las relaciones entre los dos gobiernos, objetivo que perseguía el guión escrito por aquellos que se oponen a la armonía y buena vecindad entre ambos países.

Pero los “diplomáticos” que se prestaron para ese teatro reclamaron una indemnización monetaria, debido a los presuntos “tratamientos médicos y los efectos causados por los ataques”, algo que después de muchas discusiones el gobierno aceptó, como pago al silencio, bajo una llamada Ley de La Habana, que el Congreso aprobó el año 2021, donde se otorgarán hasta 187 mil 300 dólares a cada “víctima”, en compensación por los daños a la salud.

En el 2022 la CIA inició el pago de esas compensaciones a las supuestas víctimas del “Síndrome de La Habana”, a todos funcionarios de esa agencia, en activo y veteranos, que se desempeñaban en la Isla bajo pasaporte diplomático, pero el Departamento de Estado no le ha dado un solo dólar aquellos que realmente eran diplomáticos y no oficiales de inteligencia.

Según declaró recientemente un portavoz del Departamento de Estado, se están evaluando cuidadosamente los parámetros del programa de compensaciones, porque dicha mentira se extendió a embajadas yanquis en otros países como China, Austria, Alemania, Serbia, Suiza y Colombia, por tanto, ahora varios funcionarios afirman que también sufren de “lesiones cerebrales” y también exigen la compensación monetaria.

Como las mentiras tienen piernas cortas, el Departamento de Estado y la CIA, establecieron ciertas reglas para que las “victimas” accedan al dinero, una de las cuales es que los supuestos afectados tienen que demostrar que realmente sufrieron una lesión cerebral, siempre avalada por el tratamiento médico que recibieron o aún reciben, por no menos de doce meses de duración.

Al ser falsa la información de los ataques, ahora los supuestos afectados que no son oficiales CIA no pueden demostrar que tuvieron o tienen lesiones cerebrales, algo que les impide cobrar la alta suma de dinero, de ahí que Mark S. Zaid, abogado especializado en seguridad nacional y representante de unas doce personas que dicen haber sufrido sufrieron incidentes de salud, declaró que es difícil para algunas de esas “víctimas” calificar para el pago por los daños, debido a que tienen problemas para ser diagnosticados formalmente por médicos del gobierno, requisito indispensable para obtener la aprobación de los beneficios monetarios.

La comedia se desmorona, incluso la misma CIA creadora del guión, al no poder presentar evidencias del ataque sónico que pretendió involucrar a las autoridades cubanas, elaboró un informe a inicios del 2022, filtrado al diario The New York Times, donde expone que sus especialistas llegaron a la conclusión de que el llamado “Síndrome de La Habana” no es resultado de alguna “mano negra” de un adversario de Estados Unidos.

Dicho informe afirma que la mayoría del millar de casos informados al gobierno, pueden explicarse por “causas ambientales, condiciones médicas no diagnosticadas o estrés”, en lugar de una campaña global sostenida por parte de una potencia extranjera.

Estas conclusiones off the record, causaron malestar en muchos de los que se declararon “enfermos” por los presuntos ataques, entre ellos funcionarios actuales y anteriores que han estado supuestamente “luchando por dolencias crónicas” durante cinco años, pero que no pueden demostrar científicamente.

Ante eso, un grupo de las llamadas “víctimas” dicen que los hallazgos provisionales “no pueden ni deben ser la última palabra sobre el asunto”, porque la publicación de estos, violan la fe que ellos tenían en las investigaciones que se estaban desarrollando.

Otra víctima, asegura que el gobierno se equivocó al presionar para que más personas reportaran problemas de salud o síntomas inexplicables, dando lugar al surgimiento de miles de casos “extraños”, que ha dificultado la investigación de los analistas de la CIA.

La realidad es que todo fue una mentira carente de ética y principios, solo para acusar a Cuba, y por esa razón ahora la CIA para no desprestigiarse más, no ha tenido otra salida que reconocer la ausencia de evidencias sobre un presunto dispositivo de energía causante de los hechos, ni comunicaciones de un gobierno extranjero que sugirieran el uso de algún dispositivo o lecturas que mostraran la presencia de microondas en el lugar del incidente.

Por eso José Martí afirmó: “Contra la verdad nada dura”

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