Millones de dólares se emplean diariamente para hacer creer que el socialismo no brinda beneficios a los pueblos y solo el capitalismo es sinónimo de prosperidad y progreso, pero esos ideólogos ocultan la triste realidad en que viven millones de seres humanos en el mundo, bajo regímenes capitalistas que jamás han conocido el socialismo.

Realmente las cifran son escalofriantes, pero los medios hacen silencio de ellas o las suavizan, culpando a gobernantes y no al propio sistema.

Datos oficiales de 2019, indican que uno de cada cinco ciudadanos residentes dentro de la Unión Europea, está en riesgo de caer en niveles de pobreza o de exclusión social.

Son más de 109 millones de personas bajo economías totalmente capitalistas quienes sufren esa situación; ejemplo de ello es España, que ocupa el séptimo lugar en la lista de los siete países más críticos de la Unión Europea, pero de eso ni una sola línea escribe el llamado Observatorio Cubano de Derechos Humanos, con sede en Madrid, presidido por Elena Larrinaga, ex europarlamentaria, asalariada de Estados Unidos para atacar a Cuba.

Tampoco habla al respecto el congresista republicano, Mario Díaz-Balart, quien acaba de declarar que “el comunismo es como un cáncer” y lo responsabiliza por las protestas populares registradas en las últimas semanas en Ecuador y Chile.

¿Pensarán esos lacayos de los yanquis, que los pueblos son estúpidos?

En Latinoamérica hay mucha pobreza, pero también sobra la inteligencia para identificar donde están las raíces de los problemas que padecen.

Los datos de organismos mundiales de la economía no engañan y afirman que, uno de cada diecisiete ciudadanos de la Unión Europea sufre graves carencias materiales, sus condiciones de vida están limitadas ante la falta de recursos y, por tanto, les impide llegar a fin de mes con liquidez para sufragar los gastos de alimentación, calefacción y disfrutar de una semana de vacaciones con la familia, ante el elevado costo de la vida.

Díaz Balart parece que no sabe que en Chile hay una sociedad con mucha desigualdad, la clase media ha llegado a niveles de ingresos muy bajos, el sistema de educación es malo y con altos precios, entorpeciendo el desarrollo de la juventud.

El llamado “Oasis” que decía tener el presidente Sebastián Piñera, está fragmentado por la disparidad de la sociedad y una juventud que se cansó de reclamar más espacio y mejoras de su calidad de vida, ante las constantes alzas de los servicios de salud, electricidad y el agua.

Chile ocupa el noveno lugar de un total de 56 países en el mundo que poseen el transporte público más caro y para muchos núcleos familiares el pago del mismo representa hasta el 30% del salario mensual.

Su sistema de pensiones por jubilación tiene pagos inferiores al salario mínimo, además de un mercado inmobiliario con precios tan altos que resulta casi imposible de acceder para una parte considerable de la población. El endeudamiento que asumen hoy las familias chilenas, las condena a un constante agobio para pagar los créditos, sin tener a cambio beneficios sociales.

Nada de eso es responsabilidad del socialismo, sino de un capitalismo que incrementa el consumo desmedido, para establecer competencias de la clase media con la clase alta, a pesar de las graves consecuencias económicas que conlleva para cada familia.

Las manifestaciones estudiantiles no son nuevas, llevan muchos años reclamando una educación pública, gratuita y de más calidad, al igual que aquellas que exigen la eliminación del sistema de pensiones establecido por la dictadura de Augusto Pinochet.

En Ecuador, el presidente Lenin Moreno se plegó totalmente a las exigencias del FMI y arrastró a su pueblo a una ola de alza de costos en la vida cotidiana, muy diferente a la vivida durante la administración de Rafael Correa. Ninguna de esas medidas fueron responsabilidad del sistema socialista como quieren hacerle creer a las masas.

El socialismo tiene programas sociales de salud, educación, seguridad social, desarrollo sostenible y bienestar de los pueblos que irritan a Washington y por eso le impone sanciones económicas, comerciales y financieras para impedir su desarrollo.

Los yanquis no cesan de entorpecer el socialismo y las guerras económicas contra Cuba y Venezuela son un vivo ejemplo. Venezuela trabaja por elevar los niveles de vida de su población como ningún otro gobierno en un siglo, sin embargo, la sancionan, le cortan el comercio de su petróleo y la atacan con actos terroristas para hacerla colapsar.

Cuba resiste 60 años de guerra económica, comercial, financiera y biológica, con un estoicismo que pasará a la historia. No hay país en el mundo al que Estados Unidos le haya ejecutado más planes de terrorismo económico, como el sufrido por los cubanos.

Ejemplo indiscutible, aunque desconocido por muchos, es el programa de “Política encubierta y programa integrado de acciones propuestas hacia Cuba”, elaborado por la CIA, que contempla medidas para impedir el desarrollo de su economía a través de los sabotajes a la industria, la generación de energía eléctrica, producción de alimentos y bienes materiales para satisfacer las necesidades del pueblo, unido a un intenso diseño de propaganda encubierta, para producir un clima psicológico contra el sistema socialista.

Sobre esto la CIA asegura en sus documentos desclasificados:

“El principal objetivo de los programas encubiertos contra Castro es completar el aislamiento económico, político y psicológico de Cuba respecto a América Latina y el mundo libre…  Estas medidas han sido en buena parte responsables de las actuales dificultades económicas de Castro, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de Guerra Económica”.

A pesar de esa guerra despiadada, Cuba muestra índices sociales en salud, educación, cultura, derechos para la mujer, los discapacitados y los niños, muy superiores al resto de los países capitalistas.

Los datos de la CEPAL, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, exponen la triste realidad del capitalismo en la región, donde en los últimos cinco años se sumaron a la pobreza extrema 17 millones de personas, para alcanzar hoy un total de 63 millones de latinoamericanos en esa situación, como consecuencia del sistema capitalista.

Las explosiones sociales que se observan en estos días, son consecuencias de los recortes del gasto social que afectan a las familias más vulnerables, como padecen Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Guatemala, Honduras, Panamá y Salvador, entre otros, que se ven empujados a emigrar hacia Estados Unidos.

El capitalismo en Argentina presenta un realidad difícil y cruel, que no es responsabilidad del socialismo. Hoy el 32% de los argentinos es pobre, para un incremento del 6,3% con respecto al pasado año. En un año, 2,7 millones de sus ciudadanos cayeron por debajo de la línea de pobreza y de ellos más de 800 mil viven en la indigencia.

En Brasil, en solo dos años 6,2 millones de personas se convirtieron en pobres y no fue por causa del socialismo.

El cáncer de los pueblos es el capitalismo salvaje y despiadado donde el ser humano es la última carta de la baraja.

Las protestas actuales solo son responsabilidad de los presidentes serviles a las políticas neoliberales, esos que no saben que José Martí afirmó:

“Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones”

Tomado del Heraldo Cubano

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