Al realizar un rápido recorrido a través de la historia de la humanidad y detenernos en las sociedades dividas en clases antagónicas, Esclavismo, Feudalismo y Capitalismo, sobresale el hecho de que las diferencias entre explotadores y explotados, alcanzan en el último niveles inimaginables.

Y aquí radica la esencia de un sinnúmero de factores que propician la polarización de la sociedad capitalista contemporánea, donde cerca del uno por ciento de la población mundial acumula más del 90% de la riqueza del planeta, las desigualdades crecen y los efectos de la pobreza, hambre, desnutrición, insalubridad, desempleo, subempleo, desatención médica… provocan, cada segundo, miles de muertes de seres humanos inocentes.

Por otra parte y para hacer más grave la situación antes descrita, la esencia agresiva y criminal del Capitalismo condiciona una carrera armamentista que se sostiene en millonarios gastos militares y la ocurrencia permanente de conflictos bélicos, con millonarias cifras de muertos, mutilados, incalculables daños materiales y una incontrolable emigración forzada  que transforma el panorama mundial.

Por último, la degradación del medio ambiente, producto a una explotación descontrolada de los recursos naturales que pone a la humanidad ante la disyuntiva de desaparecer como especie. No cabe la menor duda el Capitalismo nada tiene que ofrecer, para evitar y revertir estos daños.

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