La primera es patrón de un sistema social que incentiva a las personas a hacer más para sí y menos para los demás; mientras la segunda invita a colocarse, desinteresadamente, unos al servicio de los otros.

Hoy, cuando todos los días despertamos con la incertidumbre de estar o no contagiados con la covid-19, se impone una pregunta reflexión: ¿podrá la solidaridad vencer al egoísmo, y dar paso a una sociedad en la que todos se preocupen y ocupen de todos?

Muestra más que elocuente de que sí es posible, resulta la lista larga de hitos solidarios –sobre todo en la Salud– que han identificado a la Revolución cubana con el principio fidelista de compartir lo que tenemos, no lo que nos sobra.

Las acciones son miles. Los beneficiados, millones. Quienes materializan así la solidaridad, la confirman como un patrón de conducta que hace mejores a los seres humanos, al ser capaz de desterrar al egoísmo, que sea abolido por el servicio del bien.

Quizá lo que no entienden aquellos que, desde el campo opuesto, se empeñan en dañar a las misiones médicas de la Isla en el exterior, es esa vocación de aliviar y sanar sin preguntar por las cuentas bancarias, la afiliación política o la creencia religiosa.

Lo que sí ven, pero no dicen, es la disposición de irse adonde otros no van, allí donde están los más enfermos, de salud y de pobreza.

Justo ahora, cuando nuevas brigadas, como soldados por la vida, parten con su carga de esperanza a la línea frontal de la batalla global contra un virus mortal, lo mismo a una ínsula pequeña del Caribe que a la Italia lastimada, va con enfermeros y doctores esa escuela médica cubana que forma a profesionales de sólida academia, elevada altura ética y una sensibilidad humana muchas veces puesta a prueba.

Adonde vayan aquellos, y adonde queden estos que en Cuba –junto al resto del personal sanitario, choferes, aviadores, trabajadores del turismo, policías, en fin, gente de pueblo–también libran la batalla cruenta contra la grave epidemia; allí donde esté un cubano al servicio de otro cubano, y del que sea, venga de donde venga, tenga o no tenga, la primera «alta médica» la tiene la solidaridad.       

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