El 11 de septiembre de 2001 una noticia acaparó los titulares de los medios de comunicación del mundo: «Estados Unidos bajo ataque». Las imágenes de las Torres Gemelas de Nueva York envueltas en nubes de humo y polvo se convirtieron en símbolos de «una nueva época».

Más de 3 000 personas fueron sacrificadas en el World Trade Center, ícono de las finanzas y los negocios. El hecho, lamentablemente, sirvió para que los halcones de la guerra blandieran sus sables y sembraran el miedo y la muerte en «oscuros rincones del mundo».

Como dijera el antiguo director de la cia,  general David Petraeus: «La lucha contra el terror durará generaciones».

Los mismos que durante años habían patrocinado el terrorismo como política de Estado en el enfrentamiento a los países progresistas, a los movimientos y líderes de izquierda en el mundo, se autoproclamaron, aquel noveno mes del año 2001, «abanderados» de la lucha contra ese flagelo de la humanidad.

Pero ese mes tiene su historia y los cubanos, víctimas de esa política del Gobierno yanqui, recordamos otros septiembres y otros crímenes.

Un 11 de septiembre de 1980, Félix García Rodríguez, diplomático de la Misión Cubana ante la onu, en Estados Unidos, transitaba en su auto por las calles neoyorquinas. Iba al encuentro de unos amigos en Queens cuando, detenido en un ­semáforo en rojo, recibió varios disparos de una pistola Mac-10 con silenciador. El crimen se lo atribuyó la organización contrarrevolucionaria Omega-7.

Ese día, Félix había recordado, junto con varios compañeros chilenos, la resistencia del presidente Salvador Allende ante el golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet.

La asonada, ejecutada un 11 de septiembre, siete años antes del asesinato del diplomático cubano, fue preparada y llevada a cabo por militares y políticos conjurados, bajo el mando de la CIA, como parte de la estrategia de terrorismo de Estado del Gobierno de EE.UU. contra América Latina.

También un septiembre, pero de 1997, un joven turista italiano falleció al explotar una bomba que ordenó poner Luis Posada Carriles en el hotel Copacabana, en La Habana.

Como resultado de 681 acciones terroristas contra Cuba, probadas y documentadas, han perecido 3 478 mujeres, hombres y niños. Otros 2 099 han quedado discapacitados. Nuestro país tiene toda la moral del mundo para denunciar al Gobierno de los ee. uu como responsable de esos actos.

Las ráfagas disparadas contra la Embajada de nuestro país en Washington el pasado 30 de abril, y el silencio posterior, no son más que la confirmación de la vigencia de esa política que parece no tener fin. Es una prueba de la hipocresía crónica de quienes se autonombraron, en 2001, enemigos jurados del terrorismo.

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