Pululan como verdolaga en huerto; florecen a la sombra de los necesitados y del Estado, que exprime sus cuentas para producir e importar bienes destinados al mercado interno. Parecen camaleones en un intento para pasar inadvertidos a la entrada de los establecimientos.

¿Los coleros y revendedores son personajes nuevos? Usted y yo conocemos muy bien que no; pero desde que Cuba le plantó bandera a la COVID-19 intentan hacer zafra.

Su multiplicación parte de una razón elemental: el desabastecimiento presente en las unidades de Comercio Interior, hijo forzado del descenso de las producciones nacionales; pero, más todavía, de las restricciones monetarias de Cuba para adquirir bienes —incluidas materias primas— en el exterior, de la persecución financiera del gobierno de Estados Unidos, versión moderna de los corsarios y piratas que está a la caza de nuestras insuficientes exportaciones para cortarlas y de las gestiones crediticias de la isla para abortarlas a las menos cuarto. Preocupa saber que el impacto de ese hostigamiento es minimizado por determinados conciudadanos, actitud reveladora de una orfandad de información que asusta.

Remedos de Meryl Streep y Marlon Brando, aunque en sus vidas quizás no hayan visto ni una escena de La decisión de Sophie o de El Padrino, los coleros y revendedores se escudan en miles de ardides para actuar o monopolizar colas y mercancías: muchas veces se adueñan de las listas; marcan al inicio, medio y final; algunos cambian de vestimenta para despistar. Unos venden los turnos que acaparan, otros compran para proveer a terceros, que luego revenden el producto; hay quienes no quieren saber de intermediarios y comercializan lo adquirido en el mercado informal a precios de espanto. Todos especulan.

Ante tal desmadre, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, orientó enfrentar a los coleros y revendedores, que “nos complican la vida”, de “manera más decisiva e intensiva” porque, además de afectar el bolsillo de la ciudadanía, la indigna; crea malestar social.

Una reciente nota publicada por el sitio web del Ministerio del Interior confirma que el enfrentamiento a estos personajes no apareció ahora en la agenda del organismo. Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 en Cuba, se ha actuado sobre 1 285 coleros; de ellos, 453 recibieron medidas profilácticas, 634 fueron multados y 280, acusados por los delitos de actividad económica ilícita, desobediencia, acaparamiento y propagación de epidemias.

En Sancti Spíritus, particularmente, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) ha identificado a 89 coleros, quienes han sido procesados o advertidos oficialmente; 24 residen en Sancti Spíritus, 16 en Jatibonico, 14 en Taguasco e igual cantidad en Yaguajay. Por su parte, Fomento registra 9; Trinidad, 7, y Cabaiguán, 5.

¿Son los únicos espirituanos que viven de este negocio? No lo afirmaría categóricamente; pero su identificación por la PNR da señales de que, al menos estos, no seguirán andando como Pedro por su casa. De hecho, la Policía suma 34 denuncias: 30 coleros fueron multados con cuantías de 1 000 a 3 000 pesos, y los restantes cuatro resultaron procesados penalmente y se les impusieron, indistintamente, sanciones de privación de libertad y trabajo correccional.

El Minint ha extendido su actuar al comercio electrónico realizado a través de las redes sociales y en esas plataformas y, en específico, en Revolico,detectó a 14 ciudadanos, quienes ofertaban artículos de aseo personal, alimentos y equipos eléctricos. Advertidas en más de una ocasión, tres de esas personas fueron acusadas por los supuestos delitos de actividad económica ilícita y desobediencia.

Aunque no faltan quienes defienden a capa y espada a los coleros y revendedores en los escenarios virtuales, la mayor parte del pueblo reclama más severidad contra ellos, criterio que comparto; pero sin violentar la institucionalidad, o sea, con apego a los derechos ciudadanos.

Sin embargo, las sanciones penales no deben convertirse en la única salida de este fenómeno social, originado, básicamente, por la escasez en las ofertas a los consumidores, cuya demanda se ha disparado con creces de marzo a la fecha.

A esta altura, más de una pregunta me asalta: ¿los sistemas de distribución de los productos disponibles implementados por Tiendas Caribe y la corporación Cimex siempre han sido eficientes? ¿Algunos revendedores no contarán con la complicidad de trabajadores de ciertos establecimientos comerciales? ¿Por qué no se aplica todo el potencial que brindan las herramientas tecnológicas para controlar a quienes accedan a las mercancías más demandadas? Las respuestas pueden ser diversas, en dependencia, incluso, de la posición de cada quien: si es consumidor o funcionario estatal. No obstante, la mayoría coincidirá en que coleros y revendedores son astillas del mismo palo.

(Tomando de Escambray)

Por: Enrique Ojito

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